París XX o de “Cómo vivir hecho un trapito”



Esta puede pasar por ser la actualización más aburrida de todas las que voy a escribir, pero el tiempo libre y la necesidad de hacer algo me obligan a hacerlo. Estos días anteriores a mis vacaciones se me están haciendo eternos y no dejo de pensar en mi casa y en mi familia. El hecho de pasarme la mitad del tiempo lavando ropa a mano, limpiando el baño o cocinando me hace pensar también en el trabajo invisible que hace mi madre en casa, pero si hay algo que eche de menos es que esté ahí cuando me pongo enfermo.

Y en esa tesitura me encontraba yo el martes, sin nadie cerca para traerme una medicina. Me remitiré a los hechos: el lunes Lorena y yo nos quedamos sin agua embotellada que hasta ahora hemos ido comprando por si la del grifo no era buena. En lugar de ir inmediatamente a comprar para aliviar nuestra sed, yo decidí beber del grifo porque pregunté a una chica y dijo que no había problema, y yo confié ciegamente. Estuvimos haciendo cosas por el día, fuimos a tomar un café a La Defense, conocí a una sevillana y Lorena montó un numerito de los suyos en el supermercado. El lunes pasó sin contratiempos y el martes volví a repetir la faena olvidándome por completo de las garrafas de agua. Como había huelga general en Francia no fui a clase porque el transporte en esas circunstancias se complica mucho más y pasé el día en el más absoluto de los aburrimientos metido en mi habitación como un ermitaño.

Por la noche (en realidad eran las 9 de la mañana pero me había acostado a las 6) mi estómago empezó a rugir mientras dormía, mi garganta se bloqueó y el cuerpo subió de temperatura repentinamente. Sin duda eran ganas de vomitar, como cuando salgo de fiesta y bebo ron Negrita porque es más barato. Esta vez el causante era el agua del grifo, y muy para mi fortuna conseguí aguantar el impulso tras abanicarme un poco con la mano y quitarme el nórdico de encima. Vomitar allí no era tarea fácil porque para llegar al baño a tiempo tenía que salir de la cama sin golpearme la cabeza con el techo y bajar corriendo la escalera de la litera. La noche pasó sin más contratiempo, aparte de que me brotó un poco de sangre en la nariz, pero a eso estoy más acostumbrado.

Al despertar no tenía hambre, tenía esa sensación de enfermo y de asco por cualquier olor a comida, y entonces Lorena vino a mi puerta. Me estuvo contando la noche tan terrible que había pasado vomitando en su habitación y sangrando por la nariz. Visto que teníamos los mismos síntomas, aquello era un virus o el agua del grifo que habíamos bebido los dos, pero viendo que el virus no se le había contagiado a nadie más me reafirmé en mi teoría sobre el agua francesa. Ella estaba aún peor, y mientras que yo decidí hacer dieta blanda de dos yogures naturales y una loncha de jamón de york para recuperar algo de normalidad estomacal, Lorena estuvo tomando Doritos y Coca-Cola entre otras barbaridades gastronómicas, por lo que su noche de nauseas se volvió a repetir con la misma intensidad

Yo me fui a dormir a las 9 de la tarde, y eso que me había despertado a las 3, pero es que no tenía nada de fuerza en el cuerpo para aguantar despierto, y la verdad es que tampoco tenía nada interesante que hacer. A pesar de ello, a la 1 de la madrugada me despierto sorprendido por alguien que llama a mi puerta. Por la fuerza del golpe deduzco que es Lorena y no abro y tras un rato consigo que se marche y me deje seguir durmiendo. Pero el golpe se vuelve a producir con insistencia a las 2 mientras yo utilizo la misma estrategia de ignorar su llamada de atención, aunque eso no la detiene en su faena de hacer ruido a tales horas. Finalmente vuelve a las 3 y repite con la misma intensidad sus golpes así que visto lo visto decido ir a abrir si no quiero que la situación vuelva a ocurrir a las 4 de la mañana. Cuando abro era ella, hablando con un tono de voz de una niña de 5 años y medio llorando porque quería ir al hospital por culpa de los vómitos. No paraba de repetir que la acompañara al “SAMUR” a que le hicieran una radiografía, a lo que yo me negué entre risas por la disparidad de sus conceptos. Tuve que echarla media hora después porque quería quedarse a dormir en mi habitación y ya hubiera sido lo que me faltaba. Después de aquella visita la noche transcurrió tranquila y pude dormir tranquilamente lo que me sirvió para encontrarme mucho mejor. Al despertar al día siguiente tenía el dilema de asistir o no la Shopping Party de Mango, ya que había ganado dos entradas en una revista del metro. Para poder ir tenía que imprimirlo, y en esta residencia de posguerra encontrar una impresora es misión imposible como ya habíamos podido comprobar en otras ocasiones..

Fuimos a la biblioteca de la universidad y me exigían sacar una tarjeta por valor de 4 € para imprimir cosas, y con tal ofertón nos fuimos a una copistería pero no tenían internet para entrar a mi correo y buscar el mail, quién diría que estamos en 2010. Sin desesperarnos nos fuimos a Ópera, que es donde estaba la tienda y primero pasamos a la Apple Store en un último intento de poder imprimir el correo. Como obviamente me dijeron que no, me metí en un ordenador de prueba, abrí el e-mail y le hice una foto con el móvil a ver si servía. Nos la jugábamos a una sola carta.

Llegamos a la susodicha tienda, con una cola de unos 200 metros para entrar y que no sabíamos si merecería la pena, ocupaba la fachada entera de Galerías Lafayette. Nos colocamos al principio de la fila para preguntar al de seguridad si con la foto del móvil podríamos entrar, para en caso negativo marcharnos a la residencia y no esperar una hora para comprobarlo. Nos dijeron que no había problema y en ese mismo momento nos abrieron la puerta para que entráramos saltándonos así toda la cola. Entramos casi los primeros y lo único que diferenciaba a esa tarde de una tarde cualquiera es que estaba anocheciendo, había 2 DJ's que por sus movimientos parecía que iban drogadas; y había neveras con un cartel que decía "Servez vous" para que cogiéramos una especia de agua isotónica parecida al aquarius pero de muchos sabores muy raros y que dado mi estado post-enfermedad me sabía a rayos, quizá es que era su sabor normal.

Tras media hora la "fiesta" aburría, y para fastidiar mi deseo de irme cuanto antes, Lorena perdió la chaqueta. Una hora después y tras haber recorrido la tienda 28 veces, la cajera, que era de Barcelona, le entregó la chaqueta perdida por segunda vez en un mes a Lorena y nos pudimos marchar a casa.

Ayer por fin mi dieta blanda volvió a ser dura, aunque comí en menor cantidad de lo normal para ir con precaución, y decidimos pasar a una fiestecilla que había en la cafetería de un edificio de la residencia. Fui con Rami y Lorena y transcurrieron 15 minutos desde que salí de mi habitación hasta que volví.

En la sala sólo había unas 10 personas, más otras 10 en la puerta, y se acabó la fiesta. Por suerte pudimos ir un rato a la habitación de Inga, que Emmi estaba allí y había venido una nueva alemana que estará una semana con Inga.

Y hoy nada, llevo despierto menos de 2 horas, no sé qué hacer en todo el día, ni lo que haré mañana ni nada. Vivo en un bucle infinito de días vacíos y eternos. Esperando al lunes para la reunión con el coordinador donde espero que podamos ya cerrar mi horario y aclarar cómo será mi evaluación, porque hasta ahora tengo muchas menos asignaturas de las que debería y me estoy jugando mi último año de carrera. El martes a clase para despedirme antes de las vacaciones y después a coger el vuelo con destino secreto cuya pista es: En el país al que voy hay monarquía.

Así que tengo ganas de salir unos días de París y despejarme, o por lo menos salir de la resi, que visto lo visto me van a salir raíces.

Y a ver si me curo ya de una vez, porque desde la noche fatídica he soñado todos los días con mi casa, familia y amigos. Creo que voy necesitando ya un cocido, y diría que hasta una paella de las que prepara mi padre los domingos y que tanto odio porque siempre tengo resaca cuando la comemos.

Divertíos hoy por mí que a pesar de que el sol está saliendo tras 3 días de nubes creo que hoy me toca más residencia.

Cuaderno de notas. Nanterre VI o de “Cómo dejar que el tiempo haga el olvido”.

En estos últimos días en París antes de marcharme de vacaciones estoy pasando mucho tiempo en la residencia y estoy yendo poco a clase. Eso se me hace mucho más cómodo pero en realidad sé que va en mi contra porque no logro adaptarme a estar en una rutina y tener algo parecido a una vida aquí. La parte buena es que no he tenido que volver a ver a Nico en persona desde que vino a la fiesta improvisada de la residencia y acabamos borrachos así que será más fácil volver a verle cuanto más tiempo pase.

Lo cierto es que además estos días me ha molestado muy poco por internet. Hemos hablado un par de veces, casi siempre con la excusa de que llevo días sin ir a clase y preguntar que qué tal estoy. Le he contado los planes de estos días, mi enfermedad por el agua de Nanterre y mis futuras vacaciones, y el tema de la fiesta no ha vuelto a salir, lo cual agradezco.

Es posible que no le vuelva a ver hasta que vuelva de mi viaje y eso hará casi tres semanas sin contacto, lo cual me vendrá genial. Creo que si reduzco poco a poco los encuentros acabarán limitándose a nuestras horas de clase juntos y poco más, así que quizá el hecho de que se atreviera a acercarse tan íntimamente a mi parece haber servido como freno a su impulsividad y a sus sentimientos. Además cuando vuelva del viaje sólo me quedará aquí un mes y medio, lo cual es un tiempo aceptable para aguantar sin contratiempos, aunque la parte negativa es que empezaré a ir a clase con más frecuencia con el riesgo de pasar más tiempo con él.

Había pensado en hacer algún plan el día antes de irme para llevarme un buen recuerdo, y aunque sé que no debería avisarle, la verdad es que me encantaría porque pensar en que se puede volver a producir un momento como el de la fiesta anterior me tendría excitado y nervioso toda la noche, y probablemente él lo buscaría. Pero quizá me estoy dejando llevar por el aburrimiento que está llenando estos últimos días en París. No lo voy a hacer, no estoy hablando yo.

Lo cierto es que la experiencia hasta ahora está siendo muy diferente a lo que yo había imaginado. La universidad pasa totalmente de nosotros y no sabemos cómo nos van a evaluar y ni siquiera puedo estar seguro de que me convaliden todos los créditos porque con las asignaturas que me han dado solo tengo para la mitad. La vida aquí es demasiado cara como para vivirla con normalidad y sin ingresos y el hecho de no salir de la residencia no ayuda a que conozcamos gente nueva. Al menos en eso Lorena nos va ganando.

La verdad es que espero que estos días fuera de la residencia me aporten luz y la vuelta se me haga fácil porque ahora mismo tengo la sensación de estar estancado, y de que el tema con Nico está poniéndolo todo en peligro. A veces no sé si quiero que esto no termine o que se acabe mañana mismo.

Comentarios

Entradas populares