París XVI o de “Cómo celebrar tu primer mes en París”



Un mes aquí. Llegué a esta enorme ciudad el día 2 de septiembre y ya estamos a 2 de octubre, y sin embargo sigo de vacaciones porque apenas he ido un día a clase y 4 a hacer papeleo. El bolsillo está vació, apenas me quedan 40€ en metálico y menos de 70 en la cuenta y ya voy necesitando una recarga de mis padres. Como habéis visto aquí ando muy preocupado por el dinero pero no os he dicho por qué. Resulta que la beca Erasmus son 300€ que es algo menos de lo que me cuesta el alojamiento y aparte el banco me da 100€ que es lo que me cuesta el abono de transporte público. El resto de dinero para la compra, museos y salidas me lo tienen que dar mis padres y hasta aquí no habría ningún problema, pero cuando se acabe París y empiece Nebraska el dinero que me van a dar es cero. Tendré que pagar vuelos, alojamiento, transporte, comida, seguro médico privado… y todo ello son unos 1000€ mensuales así que estoy intentando no ocasionar ahora mucho gasto en casa para compensar.

En un mes he tenido que valerme por mí mismo para todo casi por primera vez, para cocinar, para limpiar, para comprar. Sin hablar el idioma he conseguido entenderme con la gente, hacer amigos e incluso vivir una fiesta. Si tuviera que volver ahora mismo a España el balance del viaje sería bueno, en definitiva ha sido un mes intenso, de no parar cada día aunque bajo mi punto de vista todavía no conozco a mucha gente y necesito entrar más en la vida social del erasmus. Si lo comparo con las veces que he estado en Inglaterra en cursos de verano, hasta ahora me falta la intensidad de aquellas experiencias. Para celebrar este primer mes he tenido 3 días de celebración a cada cual peor.

El miércoles decidí estrenar mi nueva semana de vacaciones levantándome tardísimo. Tal fue la hora que el desánimo me invadió por haber perdido casi el día y no sabía qué hacer. En una escena de la película "Come, reza, ama", un italiano le decía a Julia Roberts que los americanos no saben disfrutar del placer de no hacer nada, a diferencia de los italianos. Y tanto aprendí la lección que lo único que hice en todo el día fue ver series en el ordenador sin moverme de la silla. Me pasé la tarde enganchado a Televisión Española, aquello era un ir y venir de visitar Tuenti, Facebook, ver Águila Roja, Bob Esponja, el programa de la Igartiburu, Las Chicas de Oro e incluso la novela de la 1 a la que mi madre está enganchada, “Mar de amor”. Me pasé metido en la ducha una hora con el agua ardiendo, quemándome la espalda y después un buen rato para conseguir un peinado decente que finalmente no conseguí. Por último ir a llamar a Inga para ir a cenar a la cocina y socializar un rato aunque ese fue el único momento que abandoné la habitación, y a pesar de eso, sólo estuve allí una media hora.

A mi vuelta a la habitación los programas seguían pasando por la pantalla y allí estaba yo, disfrutando del placer de no hacer nada. La verdad es que me costó un poco, porque tienes la sensación de que el mundo te ofrece mil posibilidades fuera y tú estas encerrado. Estoy en París, con todo lo que eso te ofrece, y lo único que estoy haciendo es teclear. Aunque la verdad es que cuando todas las tiendas y museos cierran a las 6 de la tarde, el mundo empieza a parecerte menos interesante. O cambio mis horarios o la ciudad no se adapta a mí.

El jueves sin embargo era mucho más prometedor. Por la tarde habíamos visto en internet que se iba a celebrar un multitudinario desfile de moda en Galerías Lafayette, lo cual se aventuraba embriagador, como otra noche Vogue. Mi intriga por ver cómo es un desfile de verdad me hizo aventurarme, sin pagar ni un euro de tren porque estoy pelado, y allí me planté en el Boulevard Haussman a ver aquel evento abarrotado de gente y con una gran alfombra roja. Era difícil poder ver algo allí entre tanta gente porque estábamos en la calle y la pasarela no estaba elevada, sino que simplemente había unas vallas como su fuéramos a ver la cabalgata de reyes. Había quedado para ir a verlo con Lorena, pero como acostumbra, llegó 2 horas tarde y sin manera de comunicarnos. Para ese entonces yo estaría llegando a la residencia y me imagino que las modelos del desfile estarían en casa.

Pero resultó que el desfile era un poco fiasco y no se correspondía con la fantasía de glamour que yo me había montado en la cabeza, como tengo por costumbre hacer. Realmente estaba muy intrigado por lo que allí estaba ocurriendo hasta que empezó todo. Una señora que debe ser conocida en Francia por la manera en la que la gente la recibía, salió a anunciar el pase de modelos que iba a tener lugar y ya empezó a sonar la música que inducía al desfile. Todos los ojos volcados en la gran puerta de los modelos que empiezan a aparecer su aparición estelar. Fue en la tercera pareja cuando me di cuenta de que esos modelos no eran profesionales de verdad, sino más bien gente de la calle. Había chicas que podríamos considerar modelos de talla grande pero llamarles modelos sería demasiado, hombres de la edad de mi padre y el cuerpo de mi padre, gente que caminaba fatal como un ciervo recién nacido, otros se morían de la risa mientras caminaban y veían que la gente les hacía fotos y algunos otros iban saludando al público con la mano a la vez que hacían el recorrido. Un señor que adivino era sudamericano o de la zona del Índico salió ataviado con un traje de chaqueta blanco y una coleta de su pelo grisáceo por las canas, bailando como si estuviera en un videoclip de los Black Eyed Peas. Después un ejército de 15 o 20 mujeres de unos 90 kg vestidas con camisas de hombre que les llegaban casi hasta la rodilla. La música era buena hasta que alguien decidió que "Gasolina" de Daddy Yankee es un buen tema para desfilar. Entiendo que aquel acto fue más una reivindicación de los cuerpos reales y todas estas cosas, pero no es el evento al que yo quería ir.

Una vez visto el panorama y que lo de ver ropa pasando todo el rato es un rollo me subí a la última planta de los grandes almacenes para ver la vista de París desde la azotea. Se podía ver el desfile y la Torre Eiffel a la vez, lo que era genial, pero mi alegría duró 5 minutos porque se puso a llover, y por muy romántica y melancólica que fuera la lluvia en París no quería llegar empapado. Para mí ya había sido bastante así que volví a Nanterre. La noche pintaba bien, con una fiesta erasmus en la discoteca Palais M, pero con el recuerdo de la Mix en la cabeza decidí quedarme en la residencia antes que aventurarme en otra noche de mala música y copas por las nubes. Ahí acabó mi día.

Y por fin viernes, y me levanto igual de tarde que el miércoles. Tenía planes para ir con mis erasmus a Bercy, un pueblecillo medieval a las afueras de París pero el sueño me ha podido. Y al igual que el miércoles, esto ha provocado que me desanime, no aprendo. Cuando me he despertado y he visto la hora que era me he deprimido, más si miras por la ventana ves que está lloviendo. Últimamente el sol se está escondiendo cada vez más y el cielo está tan gris como los tejados de los bulevares. La nevera está medio vacía, igual que la cartera y que la tarjeta de transporte. He encendido el ordenador para empezar mi rutina de series, novelas y programas, pero después de 10 minutos se ha desconectado, y Lorena me ha dicho que a ella tampoco le funcionaba. Menudo día para celebrar el primer mes. Me he querido morir. Estoy como cuando llegué, agotado, sin internet y sin saber qué hacer. Creo que en ese momento hubiera hecho la maleta en 5 minutos y hubiera ido corriendo al aeropuerto para irme a casa. Necesitaba hablar español, decirle a alguien cara a cara cómo me sentía sin que mi voz atravesara ningún cable telefónico. El tener que callarme los sentimientos todo el rato dentro me tiene reprimido, y casi deprimido. Necesito encontrar a alguien que me dé confianza y pueda hablar de todo sin tapujos porque de lo contrario me siento tan solo aquí como los cuatro primeros días. Tal era mi situación de nerviosismo que le he pedido a Lorena que me sacara de la residencia y muy necesitado me tengo que ver para acudir a esa opción. Ella ha quedado con unos amigos que se ha hecho aquí y nos hemos ido al centro. La idea de Lorena era ir a un pub irlandés a tomarnos unas Guinness, un plan que a mí no me disgustaba del todo porque parecía libre de la “Macarena” y del “Aserejé. 

Hemos llegado a la plaza de Saint Michel en el barrio latino y hemos ido esperando a que fueran llegando todos los integrantes del grupo, bastante numeroso por cierto. Tres chicos, todos gays, y cinco chicas. Varios españoles, lo que me parecía una buena oportunidad para poder hablar español con alguien que no fuera Lorena. A pesar de no ser yo muy tímido, era evidente que entre ellos ya había confianza y yo me encontraba allí como un adjunto, sin saber muy bien de qué hablar y con quien. Me iba a costar y no estaba yo con el mejor ánimo posible.

Al menos podría disfrutar de la música en directo del pub irlandés y despejarme sin tener que preocuparme por hablar o socializar mucho pero cuando han empezado a hablar del plan de la noche aquello sonaba muy diferente. Han decidido ir a otro local, y yo tampoco estoy para opinar así Lorena, tras haber sido ignorada, y yo hemos seguido al rebaño en busca de la fiesta de nuestras vidas. Solo esperaba que no fuera como la Mix.

Sólo la visión de la puerta de ese local ya producía escalofríos. Una fachada llena de globos rosas pegados a la pared de tal manera que la cubrían entera, un portero en calzoncillos y una pequeña terraza con dos mesas pequeñas y el suelo cubierto de arena de playa. Los amigos de Lorena se han acercado al portero para ver si podíamos pasar o había que pagar algo pero nos han dejado pasar sin problema y dentro todo era mucho peor. Los camareros, todos hombres, iban en ropa interior, algunos con slip y otros con bóxer pero todos ellos muy musculados. Las lámparas estaban hechas con sujetadores, eran las típicas de los palacios pero en lugar de hileras de cristal tenían lencería. Una masa enfurecida de solteronas de todas las edades bailaba histérica al son de músicas bollywoodienses. Había pocos chicos así que intuí que aquello era un lugar para celebrar despedidas de soltera. No entendía muy bien que hacíamos ahí pero teniendo en cuenta que el grupo de amigos de Lorena se componía exclusivamente de gente a la que le gustaban los hombres, ya no me extrañaba tanto.

La carta de cócteles era asombrosa, podías pedir desde un "Secreto de mujer" a un "punto G" pasando por una "Proposición indecente". El chupito más famoso sin duda alguna era el "Semen del camarero" por 20 euros y que incluye un espectáculo en directo de dicho camarero para que te bebas el semen encima de la entrepierna del señor. Me he pedido un Martini Bianco pro 9€, que al fin y al cabo costaba lo mismo que una botella de agua. El camarero que nos ha tomado nota era negro y musculado, con unos bóxer morados con estrellas rosas y el pelo hecho rastas recogidas en una coleta hasta la mitad de la espalda. Cuando ha venido a nuestra mesa uno de los amigos de Lorena había ido al baño, era un chico asiático, muy femenino y con un bolso de Louis Vuitton. El camarero ha aprovechado para sentarse en su sitio mientras nos tomaba nota y el chico ha vuelto encontrándose al camarero en su silla. Han solucionado el problema rápidamente cuando el de rastas a cogido al del bolso, se lo ha puesto encima de él en la silla, le ha agarrado con la mano el paquete y ha empezado a embestirle por detrás a modo de broma. El asiático desde luego no ha protestado.

Creía que no podía estar allí más incómodo hasta que una de las chicas de al lado pidió el famoso semen. Nuestro camarero negro ha empezado a hacerle bailes insinuantes a la chica en sí, situando sus atributos cerca de la cara de la susodicha. Ésta, de unos 30 años, sobrepeso y pinta de inglesa estaba disfrutando como una posesa. Tras el baile, el camarero se ha derramado el pequeño chupito, blanco y espeso, por sus ingles y sus muslos, mientras ella se agarraba a sus piernas y lamía con deseo su piel. Acabado el espectáculo para el cual todo el mundo se levanta a mirar, hemos intentado bailar un rato hasta que han venido a pasarnos la cuenta. Tras pagar hemos salido de aquel antro surrealista teniendo que cruzar por otra mesa que tomaba otro poco de "semen" pero esta vez la mujer estaba de pie y mientras chupaba las piernas del negro, ha llegado otro camarero por detrás y ha empezado a chocar sus caderas contra el culo de la mujer simulando penetrarla, así que el otro también se ha animado y mientras ella seguía relamiendo el chupito, el primer camarero la ha agarrado de la cabeza y ha empezado a golpear su bulto contra la cara de la clienta. Ella se ha animado y ha acabado la escena bajándole la parte trasera del calzoncillo al camarero que le daba por detrás y dándole unos azotes por portarse mal.

Una vez fuera de esta pesadilla volvimos al irlandés para hacer realidad el sueño de Lorena, aunque la mitad de sus amigos se marcharon a casa. Nos quedamos 6 personas para probar la cerveza irlandesa y seguí sintiéndome tan incómodo porque dos chicas hindúes y el chico del bolso parecían tener cierto interés en mí y yo lo único que quería era irme ya. Al rato todos nos queríamos ir menos Lorena que seguía empecinada en tomarnos otra cerveza a pesar de que en el pub ya no había concierto y prácticamente tampoco había gente. Yo estaba preocupado porque al ser viernes no sabía si los horarios del metro serían los de fin de semana y podríamos volver tarde o si por el contrario eran los mismo que entre diario y estábamos a punto de quedarnos sin manera de volver. Tras mi insistencia por la preocupación conseguí que nos fuéramos a coger el metro pero al final todos se pudieron marchar a casa menos nosotros, porque nuestro último tren acababa de pasar. Teníamos un cuarto de hora para ir a la estación central de Chatelet-Les Halles y poder coger el cercanías de vuelta a casa y eso teníamos que hacerlo caminando desde el barrio latino, lo cual sería más de ese tiempo seguro. Si corríamos tendríamos una oportunidad pero Lorena no estaba muy dispuesta a cansarse y cada minuto corriendo paraba para caminar o para mirar algo que le llamaba la atención Yo quería matarla pero no podíamos distraernos y teníamos que llegar sí o sí.

Mi insistencia no fue suficiente y cuando llegamos la estación ya había cerrado, dejándonos con las rejas metálicas en nuestras narices. Y allí estabamos los dos, a las 1.15 de la mañana sin tren para volver a la residencia hasta las 6, y nos separan más de 20 km. No quería asimilar que tendría que quedarme toda la noche en vela con Lorena en París hasta que volvieran a abrir las estaciones, no teníamos ni idea de dónde coger un autobús nocturno, no teníamos internet para poder consultarlo en ningún sitio y la opción de coger un taxi era imposible porque ni siquiera teníamos con qué pagar. Con tal situación mi cabreo era inminente, intentando buscar una solución que nos sacara de allí, o sobre todo que me sacara a mí. Y cuanto más pensaba y me enfada, más se reía Lorena, cuya solución era quedarnos en un pub australiano que vimos ahí al lado hasta las 6 de la mañana.

Y allí estaba yo, chispeando, con una loca a la que todo le daba igual y se partía de la risa. La situación no podía ser peor, tanto que decidí irme caminando a Charles de Gaulle-Étoile, donde está el Arco del Triunfo, a coger allí el bus nocturno que lleva a Nanterre, lugar donde vivimos. Sabía que pasaba por allí porque cuando lo cogimos la noche de la Mix pasamos por el arco. Caminar desde donde estábamos hasta ese sitio nos podía llevar una hora a marcha rápida y contando con que no empezara a llover más fuerte y tuviéramos que parar, pero no había una solución mejor. Por fortuna, al poco de ponernos en marcha encontramos una caseta informativa del transporte público de París y nos dijeron que cogiéramos el bus 16 hasta la Gare St Lazare y desde allí el autobús 53 con dirección a Nanterre.

Dicho y hecho. Parecía casi milagroso que todo estuviera saliendo sin ningún problema y que sólo tuviéramos que esperar unos 10 minutos para coger cada autobús. El incidente se había resuelto con facilidad y en un rato podríamos llegar a nuestras habitaciones y olvidarnos de aquella noche. Todo estaba saliendo perfecto y llegados a un punto Lorena y yo nos quedamos solos en el último bus. Llegamos a una esquina de un barrio residencial que no nos sonaba nada y el conductor del autobús nos dice que hemos llegado. Cómo íbamos los dos solos y no entendemos ni papa de francés intentamos comunicarnos con el conductor para decir que si ya estábamos en Nanterre Université y entendimos que efectivamente, al doblar la esquina habíamos llegado. Nos bajamos con la esperanza de estar por fin allí, pero al doblar la esquina no estaba nuestro destino. Solo casas y más casas, un barrio residencias de casas bajas que no habíamos visto nunca y del cual podíamos adivinar más bien poco. Las calles vacías, nadie a quien preguntar y el enfado y la indignación estaban empezando a dar lugar al miedo. Nos acercamos a una parada autobús cercana para ver si había algún mapa y quizá nos diéramos cuenta de que estábamos más cerca de lo que pensábamos pero en realidad descubrimos lo que nos había querido decir el conductor. Teníamos que esperar media hora más bajo el frío y la lluvia para que llegara el siguiente autobús que sería el que nos llevaría finalmente a nuestro destino.


El autobús llegó y finalmente llegamos sanos y salvos, pero el balance ha sido de 3 horas desde que he salido del irlandés hasta que he llegado a mi habitación, y como iba sin cenar, lo primero que he hecho nada más llegar a las 4 de la mañana ha sido hacerme unos macarrones con mayonesa porque es la única salsa que tengo ahora mismo en la nevera. Después de esta noche Lorena y yo hemos sacado conclusiones: ella ha aprendido que hay que mirar antes los horarios de los trenes y que se puede coger el bus nocturno cerca de la discoteca Duplex, mientras que yo he aprendido que no estoy hecho para la fiesta parisina y que no tengo que volver a salir jamás con esta chica.

Y una vez desahogado en el blog me puedo ir a dormir, a las 6 de la mañana y con el estómago bien lleno.

Si el finde sigue como la semana, espero que España invada Francia o que por lo menos nos exporten el sol de mi tierra.

Que tengáis un buen fin de semana.

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