París 1 o de “Cómo tener un día para olvidar”

París y Nebraska


Empiezo de nuevo desde el número 1, y esta vez sin números romanos porque realmente las 6
semanas que me quedan tomarán otro rumbo así esperemos que lo que venga a partir de ahora sea un nuevo comienzo. Y no creáis por la primera frase que estoy mucho más optimista que antes porque estoy hecho una mierda, mental y físicamente.

Me he levantado a las 4 y media de la mañana para ir al aeropuerto de Madrid Barajas, así que sólo he dormido dos horas porque entre mis horarios normales y los nervios previos que siempre tengo cuando hay que coger un vuelo, no hay manera de entrar antes en la cama. Hice lo normal de cada día y evité demasiadas despedidas para no notar demasiado el cambio, lo cual parece no haberme servido de mucho después de llegar aquí.

Casi sin haberme dado cuenta ya estaba yo allí con mi maleta, acompañado de mi padre que me sirve como buen taxista siempre que hace falta y acompañándome hasta la entrada del control de seguridad. Me da dos besos de despedida, demasiado para sus costumbres y me deja que entre en el laberinto de pasillos creados por cintas para regular las colas. Mi mira un poco desde lejos, supongo que con el orgullo del que ve a su hijo madurar y labrarse un futuro mejor estudiando en el extranjero y se marcha sin pensárselo mucho. Él se va convencido de que en nada de tiempo tendrá que estar allí recogiéndome de nuevo mientras que yo camino hacia el frente sabiendo que voy a la eternidad, a la relatividad del tiempo. Mientras tiro de mi maleta, me recoloco la mochila y sujeto las mil cosas que llevo en las manos para pasar el control se me escapan dos lágrimas de los ojos que consigo esconder bastante bien para que nadie las vea. Empieza el viaje.

La jornada de avión y demás transportes ha sido horrorosa como era de esperar: 2 horas antes en el aeropuerto con los pertinentes controles, 2 horas de vuelo con las incomodidades típicas, media esperando al tren en la terminal del Charles de Gaulle donde 15 días antes viví mi particular odisea y al menos otra hora para llegar al centro como hice mi primer día. En esa última hora se me han acercado 4 personas diferentes a pedirme dinero. Después unos 20 o 30 minutos para llegar desde el centro a la estación de tren de la residencia y tras el paseo final que casi me mata en mi primera vez en Nanterre, puedo decir que por fin en "casa".

La habitación estaba hecha un desastre, lo cual no fue muy favorecedor para mi estado de ánimo. Quedaban algunos restos de la fiesta del último día y la mayoría de las fotos que tengo pegadas a la pared se habían caído de sus sitios por el calor, para recordarme que ya no estoy con toda esa gente que aparece en ellas. Una botella de vino vacía encima de la mesa, y en la nevera quedaban 4 yogures, queso rallado y un poco de paté reseco, lo cual ha sido mi comida. La cama estaba sin hacer, y en el baño, un vaso con un culo de agua se había quedado marrón no sé muy bien por qué proceso químico.

He enchufado corriendo el portátil para ver a qué hora tenía que ir a clase, y visto que tenía dos horas hasta la clase de francés de Madamme Bosredon, he estado perdiendo el tiempo un rato. Estaba muy triste tras haber superado todo ese camino hacia un lugar al que no quería volver,, pero más triste me he puesto cuando ha venido Klara a buscarme. Ella ha llegado a las 6 de la mañana de República Checa y estaba tan hecha polvo como yo; y entre su mierda y la mía hemos hecho un basurero. Hemos decidido marcharnos juntos para ir a clase, ya que es la única en la que coincidimos y para amenizar la fiesta que llevábamos en nuestros, los señores del tren han decido hacernos esperar 40 minutos para un tren que debería pasar cada 10, así que hemos llegado tarde a clase por primera vez en esta segunda etapa. La ira contra los franceses se acumulaba en mi cuerpo y me parecía increíble que hubiera gente feliz de vivir allí.

Mi francés es óptimo después de practicar con Klara toda la mañana y en cuanto al inglés puedo percibirme hasta un extraño acento británico, cosa que en un par de días desaparecerá como suele ocurrirme. La clase de francés ha sido tan aburrida como cada día pero no se podía esperar otra cosa de esas tres horas interminable, y allí estábamos todos de nuevo excepto Emmi que estaba enferma y Lorena, que para ser fiel a sus costumbres perdió el tren ayer así que llegará hoy en un par de horas. Ni siquiera me ha alegrado un poco ver al resto de chicas, que son un recordatorio más de que mis noches de risas y mis ratos de conversación en el coche han desaparecido durante mes y medio.

A la vuelta he ido con Inga a la compra, como ya es habitual. He vuelto a comprar pollo para cenar, salchichón a 0.85 y una barra de pan, la misma lista de la compra de cada día y que no augura nada bueno. No he querido comprar mucho más hasta que me organice mejor estos días y pueda volver al super a disfrutar del rato. Pero al menos he comprado algo un poco más especial, que han sido los pantalones de los que me enamoré en España, los que en Toledo me compré en gris porque no había mi talla en beige. El caso es que no me ha hecho ni la mitad de ilusión que me hubiera hecho en casa, porque tengo la sensación de aquí no me sirven para nada, es imposible llamar la atención en esta ciudad.

Ahora hemos llegado a la residencia y se supone que tengo que cenar, pero entre el sueño que tengo y que se me ha cerrado el estómago no sé lo que voy a hacer. Espero que pueda comerme un bocata pequeño de salchichón o pellizcar un poco de queso rayado porque no hay otra cosa.

Estoy tan agotado mentalmente que no consigo encontrar nada bueno a estar aquí y además el cambio de hora de invierno ha hecho que anochezca tan pronto que las farolas ya estaban encendidas a las 5. La luz me va a empezar a hacer falta justo en el momento en el que va a querer irse. Mañana iré al Louvre con la clase de arte, y espero levantarme viendo las cosas de otra manera. Empiezo a cansarme de mí mismo y de mi dramatismo, así que la situación tiene que cambiar ya o estos días se van a hacer tremendamente largos. Esperaré unos días también para aclararme con Nebraska porque si tuviera que dar la respuesta ahora sería un no rotundo y no soy mucho de guiarme por estos impulsos.

Ahora estoy aquí en la habitación, más fría y más oscura que nunca, reflexionando sobre todos los cambios que tengo que afrontar en las próximas semanas y que espero que traigan un cambio de actitud radical. En cuanto pasen unos días recuperaré la vitalidad, de momento, esto es lo que hay.

Un beso a todos, se os echa de menos desde el minuto 0.

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