España III o de “Cómo ser sincero con uno mismo antes de volver a la realidad”



Creo que esta será la última actualización que haga desde España antes de volver a mi pequeña celda parisina. La escribo después de volver de una conversación sincera en un coche, recuperándome de la resaca de anoche y muerto de un frío que en Francia me daría risa.

Si París fuera como una persona creo que sería guapísima. Sería de esas chicas inalcanzables, casi perfectas en el exterior, siempre a la última y envidiada por todas. Sin embargo a la vez sería de las que como se saben guapas no hablan con cualquiera, fría y distante cuando quiere serlo sin darte opción a nada más. Así es París. Ideal para el sexo rápido, para una conversación en una discoteca o unas fotos en ropa interior. Y totalmente imposible para una relación a largo plazo, para compartir con ella tu vida sin miedo a que te la destroce. A cuatro días de volver a París sólo sé que no quiero volver, que cada vez que escucho la palabra Erasmus me tiembla el cuerpo y pensar en comer pollo a la plancha produce una queja en mi estómago. En estos momentos de pesimismo y agobio tengo la impresión de que lo más valioso que he traído de allí es haber ido a ciertos sitios que nunca hubiera podido ir aquí y un paquete de fotografías preciosas para decorar mi cuarto, pero sin embargo tengo la sensación de volver mentalmente vacío. Tenía la esperanza de que esta experiencia me sirviera una vez más para abrir mi mente, aprender muchísimo, sentirme parte de otra cultura y otra sociedad y me encuentro dos meses después que solo quiero estar en mi pueblo sin salir. Un pueblo que tiempo atrás me producía claustrofobia y hastío y que ahora se erige como refugio y hogar cálido. Vuelvo de París sin haber conocido a una persona que me aportara algo valioso, sin haber construido una verdadera amistad con nadie y sin haber tenido una conversación mínimamente profunda en dos meses aparte de conmigo mismo.

Y es por ello que me planteo esta vuelta a París con otras perspectivas. En primer lugar voy a intentar conocer a Juan. Juan es un chico que conocí a través de “Erasmusu”, una página web que pone en contacto a jóvenes erasmus que están en la misma ciudad para poder hacer una red y que hablábamos para buscar un pisito por París al principio de esta experiencia aunque nunca llegamos a vernos. Después de no encontrar nada abandonamos el contacto hasta que lo retomamos hace poco. Por lo poco que he visto en las fotos sube en su facebook creo que tiene un grupo más acorde a mí que lo que he conocido hasta ahora y espero que eso me haga pasar mi últimas semanas en París con algo más de ligereza y pueda volver a disfrutar de esta experiencia tanto como las primeras semanas.

El haber pasado aquí las dos mejores semanas que he tenido en mucho tiempo me hace replantearme muchas cosas sobre lo que hacer en el futuro. La verdad es que aquí he estado muy bien, he agradecido cada gramo de comida, cada lavadora y cada programa de la TV. Incluso cada cubata, cada abrazo y cada mensaje privado alegrándose por verme aquí. Y mira que mi padre ya se ha encargado de que me vaya apeteciendo irme de nuevo. Controlar cada euro, cada horario de salida con el coche e incluso hoy, discutir porque mis calcetines no le gustaban, provoca que me entren ganas de volver al anonimato parisino. Y con este panorama y esta mezcla de emociones lo único que se me pasa por la cabeza ahora es que me encantaría dejar este blog a la mitad y que nunca existieran actualizaciones desde Nebraska. Pensar en volver a empezar el proceso de nuevo en América, y que probablemente no me guste y se me haga tan cuesta arriba como Francia se me hace duro. Me da miedo pensar que mis padre vayan a gastar unos 1000€ cada mes y que quizá no disfrute, que tenga que pasar malos ratos o que no aproveche el tiempo, y teniendo en cuenta que a mis padres tampoco les sobra ese dinero podría ser una decisión muy egoiste.

La residencia de Nebraska son 600 euros al mes, el avión otros 600 y el seguro asciende a 900 para el curso completo, y lo que me apetece ahora es dejarlo todo y seguir mi vida aquí como siempre, volver a la normalidad y disfrutar de esas prácticas en España. Pero en el fondo ese "como siempre" también me da pánico porque luego se convierte en una rutina insoportable, en semanas interminables de repetir lo mismo cada día. Sé que si le pregunto a cualquiera me dirá que me vaya, sin duda alguna, pero necesito tomar una decisión honesta y correcta porque estoy realmente confundido. ¿Siempre es conveniente vivir una experiencia así aunque se vaya a tornar en complicada? No sé si debo hacer lo que puede mejorar mi curriculum o lo que ahora mismo me viene bien para mi bienestar mental.

Estos últimos días en España han sido tan geniales como todos los demás. He estado comiendo con mis chicas de Cohen, he ido de compras, y anoche salí a darlo todo otra vez con mis amigas, porque necesitaba meter en mi cuerpo fiesta para 6 semanas. Mañana toca ir al cementerio a celebrar el día de los difuntos, o más bien un evento que parece una pasarela de moda donde todo el mundo va a desfilar por el campo santo para lucir sus últimos modelos. París se moriría de risa si presenciara tal acto.

A todas las personas que habéis estado conmigo estas dos semanas dándome calor os debo decir que "ces semaines sont les meilleures vacances de ma vie". Os añado un texto que escribí hace un tiempo, antes de marcharme y que paradójicamente ha sido muy predictivo.

Merci pour tout et au revoir!

“París siempre será París. Siempre tendrá la magia de pasear por los Campos Elíseos, de mirar la Torre Eiffel desde la ventana del salón, de espantar las palomas de la puerta de Nôtre Damme.

Siempre será el marco inigualable de Amelie, y tendrá los atardeceres más románticos de Europa. Siempre esconderá el vicio detrás del amor, la música no se para en el Moulin Rouge.

Siempre será la cuna del arte, la ciudad de la luz, el culmen de la interculturalidad.

París tiene el encanto de hacerme estremecer cuando oigo su nombre, cuando lo huelo y cuando lo veo. Tiene la facilidad de transportarme, de hacerme bohemio, de oír acordeones a su paso.

Pero a pesar de todo eso, París tiene un defecto. Nunca será capaz de quedarse con el corazón que se han llevado mis amigos.

Cualquier lugar es París si estoy con vosotros.


Cuaderno de notas. Villasequilla II o de “Cómo elegir una cárcel cómoda”

Este viaje de vuelta a casa ha sido sin duda revelador en muchos aspectos. Para mi era imposible pensar hace dos meses que lo que antes llamaba cárcel ahora sería hogar, y que mi anterior aburrimiento ahora era placer. El volver a mis raíces me ha recordado quién soy y ha traído a mi mente una visión más clara de lo que quiero que pase a partir de ahora.

Mis amigos y mi familia siguen todos aquí, y eso me ha hecho darme cuenta de quién es mi verdadero yo. Soy una persona querida, divertida, con muchos amigos y que disfruta de ellos. He podido aprovechar cada segundo de estas dos semanas aquí porque ha habido gente que ha convertido este tiempo en un placer. Pero todo ello podría cambiar según las decisiones que yo vaya tomando, y el sentirme aquí tan a gusto me hacer tener que pensar bien en ellas. Decidir ahora mismo abrirme, tener una relación con Nico y dar la cara, podría convertir todo ese cariño en rechazo, y lo que ahora tanto echo de menos se transformaría en una situación insoportable.

La primera decisión que hay que revisar tiene que ser la de qué hacer con Nebraska. Es evidente que ahora mismo no me quiero ir, pero sería demasiado arriesgado no esperar unos días hasta que vuelva a asentarme en París porque nadie sabe qué cambios me va a traer la ciudad cuando vuelva. Si todo mejora, abro mucho más mi círculo y la universidad comienza a tomárselo en serio con nosotros, es posible que mi actitud cambie y este fin de Erasmus sea mucho más placentero. Eso podría hacer que me decidiera por marcharme a Estados Unidos esos tres meses, en los que, quién sabe, podría aprender y disfrutar muchísimo. Ahora mismo lo veo difícil, pero no imposible. Una vez vea cómo van ocurriendo los hechos decidiré si tengo que continuar la aventura de este diario o si por el contrario lo mejor será tirar la toalla por muy cobarde que parezca y poner punto y final en diciembre.

La segunda decisión tiene que ver con Nico, claro. Es cierto que la noche antes de llegar a España, ese beso en la parada del autobús supuso un antes y un después y que pude sentir también cómo esa parte de mí mismo que nadie conoce salía. Me sentí puro y completo, con todos mis miedos tambaleándose aunque sin marcharse del todo. Pero claro, ese momento era tan falso como el Erasmus, es simplemente un paréntesis en mi vida, que quizá me dejará una marca imborrable pero que de ninguna manera será una situación que continue en el tiempo. No tendría ningún sentido que en estos dos meses que me quedan me dedicara a entregarme por completo a historia kamikaze, que solo puede acabar en lágrimas y dolor, y que si no controlo bien tendrá consecuencias negativas en mi vida real al finalizar mi etapa aquí. Si se enteraran en el pueblo, si alguien viera una foto nuestra juntos, si leyeran algún mensaje que él me escribe, todo cambiaría, y estas dos semanas idílicas habrían sido las últimas que yo habría vivido porque lo siguiente sería encierro, rechazo y huída. Quizá tendría que empezar una vida de cero en Madrid, rechazado por mi familia, habiendo decepcionado a mis amigos y no pudiendo ir con la cabeza alta nunca más. Una lucha demasiado grande para las pocas ganas que tengo de luchar en París.

Teniendo esto claro lo siguiente será hablar con Nico. Esta vez no me servirá la excusa de la falsa novia en el pueblo y posiblemente tenga que ser un poco más sincero por una vez en la vida. Se merece que le hable de tú a tú y sepa cuál es mi situación y estoy seguro de que con su nobleza sabrá entenderlo y darme el espacio que necesito. Será muy triste, pero ahora mismo tengo tantas ganas de volver a mi realidad que hasta me sorprendo de la frialdad con la que he podido pensar en ello sin apenas inmutarme. Y no es que no se me revuelva el estómago cuando recuerdo el tacto de sus labios contra los míos, pero el solo pensamiento de que eso no ocurra más me produce más bien alivio, porque significa que habré ganado, habré podido controlar mis instintos, y esta vida que ahora se me torna perfecta seguirá su curso. Dentro de poco este pueblo me volverá a parecer una cárcel, seguro, pero al menos será una cárcel muy cómoda.

Comentarios

Entradas populares