París I o de “Cómo llegar a París”

Para empezar una nueva vida, qué mejor que hacerlo con un blog. Siempre había intentado hacer uno pero no había tenido mucha suerte, también porque no había tenido ninguna experiencia lo suficientemente emocionante como para que le interesara a alguien. Pero espero que todo eso cambie a partir de hoy.

Estoy en París desde hace dos días y para los que no sepáis que hago aquí os lo resumo: Soy Javi, tengo 21 años, Estudio Magisterio de Lenguas Extranjeras, y estoy especializándome en inglés. Lo lógico hubiera sido irme a hacer un Erasmus a Inglaterra para perfeccionar el idioma, pero sólo me quedan 4 meses para acabar la carrera y todas las becas que me llevaban allí duraban nueve. La otra opción era Varsovia, en Polonia, y la idea no me entusiasmaba teniendo en cuenta que soy el más friolero del mundo y que no me parecía un lugar tan bonito. Entonces fue cuando mi madre dijo "y ¿por qué no francés?", y sin pensármelo mucho me dije: ¿por qué no?. Pedí París, con el temor de que no me concedieran la beca porque sólo había dos plazas para toda mi comunidad, que incluye 6 campus universitarios y miles de alumnos. Con ese miedo encontré otra beca que ofrecía mi universidad para hacer prácticas en un colegio de Lincoln, en la lejana Nebraska donde comienza el lejano oeste. Pedí ambas becas para ver si al menos me concedían alguna y ¡sorpresa!, me concedieron las dos y las puedo compaginar en el tiempo así que este es el inicio de un año académico muy interesante que me llevará del glamour de la capital francesa a la América más profunda.

He de deciros que no hablo ni una pizca de francés, y yo decía en mi pueblo que con un poco de "être" y un poco de "avoir" me arreglaría por la capital francesa. Aunque estudié francés en mis años de instituto nunca fui muy afortunado con los profesores y finalmente abandoné la asignatura a los 16 años. Después lo retomé al entrar en la universidad pero no tuve mucha suerte con mis calificaciones así que espero que estos meses aquí me sirvan para hablarlo de verdad y darme una última oportunidad con el idioma.

El viaje para venir fue horrible por diversas circunstancias. De por sí odio bastante los aeropuertos porque mi manía por tener todo bajo control me hace tener un nudo constante en el estómago por si pierdo el avión. Contraté un vuelo algo caro con Iberia para asegurarme de que viajaría cómodo sin tener que ir tan apretado como en una aerolínea de bajo coste. Nada más lejos de la realidad, para mi sorpresa me encontré en un avión antiquísimo, muy pequeño y agobiante hasta el extremo, aunque como estaba muy cansado aproveché la hora y media de viaje para dormir. Además me quitaron el asiento que yo había elegido porque otro señor tenía el mismo, y la azafata decidió que en aquel altercado yo era el débil y me tocó coger otro, así que me quedé sin ventanilla...

A pesar de no ir muy a gusto en el avión la llegada a París fue muy emocionante, la Torre Eiffel se adivinaba tímida desde las pistas de aterrizaje del aeropuerto internacional Charles de Gaulle y el olor ya me resultaba distinto. Tuve que hacer numerosos cambios de transporte público entre autobuses, trenes cercanías, metro... pero al final llegué a buen puerto sin haberme equivocado, todo gracias a que una chica que hizo este mismo viaje de estudios el año pasado me dio las indicaciones. Después de tantos nervios por no perderme en esa maraña de vías, mi estación ya se estaba acercando. No podía estar más emocionado cuando por fin me bajé del cercanías y allí tenía la universidad y la residencia ante mí.

Pero mi llegada a la que sería mi vivienda durante esos meses fue desastrosa. Tuve que caminar con los 40 kilos de equipaje durante una distancia que no sé cuántos metros tendría pero se me hizo eterna como kilómetros, y preguntando un poco con un francés básico a quien me iba encontrando por la calle conseguí llegar a la Secretaría donde me darían la llave de mi habitación. Allí tuve que esperar un largo rato, más que nada porque no me estaba enterando de una sola de las palabras que me decían. Yo iba preparado para pedir la llave en francés, pero evidentemente no estaba preparado para que me contestaran y me preguntaran cosas. Les hablé en inglés pero allí nadie lo hablaba, por lo que me hicieron gestos para que esperara y eso hice. Ya voy viendo que los franceses no tienen ni idea de inglés, ni siquiera en una residencia universitaria de una universidad pública.

Debieron verme allí tan indefenso después de dos horas (literalmente) desde que me pidieron que esperara que una de las secretarias se apiadó de mí. Me llevó a un mostrador con otros trabajadores y entre unos y otros nos pudimos entender. Finalmente me dieron la llave y un señor muy francés que se sabía 3 o 4 palabras en inglés me acompañó. Era moreno, pelo no demasiado corto, con raya en medio y los mechones ligeramente sobre la frente; muy delgado y muy estirado, a falta de un largo bigote que acompañara a su cara para ser ya el perfecto caballero francés. Subimos a la habitación con los 40 kilos de maletas que por suerte está en la primera planta sin ascensor e intentó explicarme alguna cosa sin demasiado éxito. Sólo acabé entendiendo que no había agua fría, lo cual no me suponía mucho problema con el otoño a punto de empezar.

La habitación es muy pequeña, demasiado y lo lleva todo demasiado bien incluido: un baño similar a los de los autobuses, una cama litera que en la parte de abajo es escritorio y armario. En la pared de enfrente de esto, hay otro armario más grande y una nevera que me llega a la cintura, dando todo ello la sensación de que la habitación es un largo pasillo. Absolutamente todo es blanco, excepto la puerta principal y la mesa que son grises; lo que da cierta angustia, cierta idea de hospital, pero al menos lo hace parecer más grande. El colchón está cubierto por un plástico que da un poco de grima, el típico para que no se meen los niños, y que creo que será difícil dormir en él pero estoy tan cansado que al menos hoy no me costará. El tamaño es de unos 15 m2, más pequeño que el cuarto de baño de mi casa, y no es que éste sea enorme. La verdad es que al principio es bastante deprimente, pero creo que me voy recuperando del shock inicial con optimismo y en cuanto lo decore a mi gusto esto tendrá otro aspecto.

Nada más llegar me di cuenta de que no tenía wifi, ni manera de conectarme, y lo único que podía hacer era comprar un cable para enchufar en la pared y así tener internet. Me armé de coraje y fui en busca de una FNAC a conseguir uno a pesar de no poder consultar dónde había una. Decidí irme a la aventura a ver si encontraba un centro comercial y mediante mi intuición aparecí allí sin darme cuenta, en Chatelet-Les Halles, pensando en cuál era la estación de metro más grande por la que había pasado en mi venida a la residencia. El cable que he comprado sólo tiene un metro, y se queda bastante tirante, pero los precios que hay aquí no permiten mucho más y necesito controlar el gasto de momento hasta ver cómo me las voy arreglando. También tuve que comprar una almohada para dormir, que por extraño que parezca, sólo encuentro cojines, ni una sola almohada que sea algo más larga. Tampoco hay televisión así que el silencio se me hace insoportable estos días sin conocer a nadie y tengo que estar viendo series y programas online en español para matar las horas y desconectar de tanto francés que oigo por los pasillos y la calle.

Después de todas las compras de mi primer día, volví y cené cuatro cosillas que traía de España y algo de pan que compré antes de ir al centro comercial. Tenemos una panadería estupenda al lado del cercanías, aunque lo cierto es que la apariencia de la zona no es muy agradable. Ayer, para sumergirme más en la vida francesa, me comí una baguette y un croissant, que hasta ahora es lo más francés que puedo hacer a la espera de que empiecen las clases y empiece a conocer al resto de estudiantes, que ni siquiera sé si viven en la misma residencia que yo. Tengo una mezcla de nervios, ilusión y miedo por todo lo que me espera estos días, sin hablar el idioma y sin haber vivido antes en una ciudad tan grande. Tengo un montón de cosas de las que preocuparme y a veces agobia un poco en estos días, pero tengo muchas ganas de salir ahí y unirme con París.

Los euros me vuelan del bolsillo, es algo incontrolable con la cantidad de cosas que tengo que comprar ahora y el precio de todo; el francés sale a golpetones como una escopeta defectuosa y mi inglés no hace más que salir en cualquier situación en la que necesito comunicarme. Además, la necesidad de hablar español estos primeros días es enorme así que hablé con mis padres dos veces para no agobiarme más de lo necesario con el idioma hasta que me acostumbre un poco.

Me fui a la cama a las 12 de la noche, y me he levantado a cosa de la 1 porque no tengo otra cosa que hacer así que tengo que buscar algo para entretenerme hasta que llegue alguien y empiece las clases. Contactos míos, si me veis por alguna red social habladme, ¡que tengo mono de conversación!

Un beso para todos.

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