París IX o de “Cómo ser un amo de casa del siglo pasado”

 
La vida en París sigue su curso y las acciones diarias y corrientes se van imponiendo. Uno de los mayores entretenimientos que tengo ahora es el de cocinar. Hasta ahora yo sabía cocinar lo justo para pasar 3 días porque cuando mis padres se iban de vacaciones yo prefería quedarme en casa, así que no me quedó otra que aprender a hacer pasta, arroz blanco y pechugas a la plancha. Esa dieta que parece sacada de un gimnasio es la que llevo aquí mayormente, pero poco a poco voy buscando otras opciones que poder hacer con mi cazo y mi sartén.

A la hora de la comida no suele haber nadie en la cocina porque aquí se evidencia la diferencia de hora en la que comemos los españoles y el resto del mundo, cuando yo subo a las 2 la gente ya ha hecho la digestión en sus habitaciones, por lo que normalmente a estas horas estoy solo. Eso si consigo levantarme a las 2 porque como no hay nada que hacer aquí algún día se me ha ido el sueño de las manos. Algunos pensaréis que estoy loco por no aprovechar todos los días para ir al centro de la ciudad pero después de un par de semanas aquí y teniendo tres meses por delante no es cuestión de gastar todos los cartuchos el primer día. Además ir hasta el centro para ver algo supone prácticamente una hora de ida y otra de vuelta contando el paseo que hay desde la residencia a la estación.

Pero uno de los viajes que no perdemos es al supermercado. Aunque tenemos uno pequeñito al lado de la estación para hacer las compras del día a día, no solemos ir mucho por ahí. Ya os he contado que los alrededores de esta zona no es un lugar en el que querrías estar solo a las 11 de la noche. El supermercado acompaña esta estética, es muy antiguo, estrecho y sucio pero a veces es lo más cómodo. Si tenemos tiempo y ganas solemos ir a la Defense, que es el barrio financiero de París y que está a un par de paradas de Nanterre. Ahí es donde fuimos a comprar las sartenes en Alcampo y donde solemos hacer las compras grandes. Aparte de eso hay un centro comercial enorme, el segundo más grande de Europa, lleno de tiendas, cines y restaurantes, aunque de momento no frecuentamos mucho esto porque la beca no da para tanto.

Mi última compra ha sido un secador de pelo del Alcampo, porque últimamente llevo el pelo como un loco. La sorpresa vino después de comprarlo porque resulta que el baño de mi habitación no tiene enchufe y no hay espejo en la habitación. De momento tengo que secarme el pelo sin verme así que o compro uno o mi estilo capilar este otoño va a ser interesante.

También hemos visitado ya la lavandería. Está en la planta baja de la residencia y tiene cinco lavadoras que funcionan con una tarjeta. La tarjeta la tienes que ir recargando en secretaría y cada vez que lavas tienes que pagar 3,50€ por lavar y 1,50€ por secar. No te queda más remedio que secar también porque no hay donde tender. Como la cosa no está para gastar en lavar he comprado la típica pastilla de jabón de toda la vida y me paso los ratos lavando la ropa en la pila del baño o en la ducha si la prenda es grande. De momento solo tengo que lavar con frecuencia la ropa interior y poco a poco iré lavando el resto.

Tampoco hay plancha así que si lavo una camisa o algo que necesite quedarse liso, lo pongo debajo del colchón y duermo encima de la prenda toda la noche para que al día siguiente esté bien.

La vida diaria aquí es así, y seguro que con un poco más de dinero todo sería más fácil, pero la beca Erasmus da muy poco dinero, mis padres tienen que darme más y cuando tenga que irme a Nebraska ellos van a tener que pagar todo porque allí no hay becas, así que me siento responsable de ahorrar todo lo posible para no suponer un gran gasto. No me quejo mucho, al fin y al cabo estoy en París viviendo esto.

Hoy hemos salido de esta rutina de lavar, planchar y cocinar porque teníamos que ir a la universidad para llevar unos papeles. Aquí la vida se resume en llevar papeles a todos sitios. Allí la responsable del programa Erasmus nos ha dicho también que dispone de una caja llena de cosas que los erasmus de otros años van dejando y que podemos coger lo que necesitemos. Es una señora mayor, entrañable, siempre nerviosa e intentando comunicarse con nosotros como mejor puede, haciendo esfuerzos por decir cuatro palabras en español que nos puedan salvar la vida. En el pasillo había otro estudiante francés que se ha puesto a hablar con nosotros y he tenido la sensación de que mi francés va mejorando, al menos en lo que se refiere a comprender.

Después de la visita a Saint Germain en Laye hemos decidido irnos los 8 a París a hacer algo interesante. Primero hemos ido al Moulin Rouge, que yo aún no conocía. Creo que no es tan espectacular como uno puede imaginarse después de haber visto la peli, porque no deja de ser una sala de espectáculos con un pequeño molino en el tejado. Evidentemente no hemos entrado porque actualmente sigue funcionando como cabaret y cuesta 80€ entrar con cena y espectáculo. Una vez vista la fachada hemos caminado por un parque y hemos llegado hasta la mezquita de París porque las checas habían estado ahí hace unos días. No es que fueran a rezar precisamente sino a una especie de cafetería que hay al lado donde puedes tomar té y fumar en cachimba.

Allí nos sentamos todos alrededor de la mesa mientras conversábamos. El lugar era muy agradable, una especie de jardín donde el sol intentaba colarse entre los pocos huecos que dejaban los árboles. Ha sido un momento bonito y tranquilo, un oasis en esta incertidumbre de no saber qué hacer, de esa impresión de que no estamos haciendo tanto como debiéramos.

¿Es la vida diaria lo suficientemente intensa? Seguro que cuando comiencen las clases el ritmo será mucho más intenso y se despejen los ratos de aburrimiento.



Cuaderno de notas: Nanterre I o de “Cómo hablar sin saber por dónde empezar”

Es complicado escribir esto y ni siquiera sé por qué lo estoy haciendo. He decidido que aparte de mi blog “París y Nebraska” que puede leer todo el mundo, voy a escribir este pequeño diario que no podrá leer nadie. Para poder contarme a mí mismo todo lo que pasa y no puedo contar. Quizá cuando acabe todo lo entierre aquí o lo queme, no lo sé aún.

París está siendo un hogar extraño. Es tan grande y hostil y a la vez tan bonito que mis sentimientos chocan constantemente y el hecho de no tener nada que hacer hace que necesite reflexionar todo el rato de mi vida. Venir aquí ha sido también un camino a la libertad. No tengo nombre y no soy nadie, empiezo de cero puedo vivir la vida que quiera pero soy consciente de que tengo la necesidad de seguir controlando todo. ¿Qué pasaría si de repente quedo con un chico y se enteran mis compañeras? Mucha gente sabría mi secreto entonces y perdería el control sobre ello. ¿Y si conozco a alguien y entonces necesito seguir viéndole? ¿Cómo esconderé las fotos? ¿Cómo le diré que no me agregue al Facebook? ¿Cómo me podría enamorar sin que nadie lo supiera? Lo mejor es evitarlo y que eso nunca ocurra porque entonces toda mi vida se derrumbaría.

Me convertiría en la decepción de mis padres y mis amigas descubrirían que las he estado engañando toda la vida sobre mí. ¿Qué van a decir en el pueblo? Sé que es lo correcto y aunque sea difícil mantener en secreto esto, me siento más seguro aunque tenga que estar en una jaula.

Hoy me planteo esto porque una vez más se me ha revuelto el estómago lleno de nervios por el miedo. Cuando hemos ido a la universidad a hablar con la encargada del Erasmus y ese chico del pasillo ha empezado a hablar con nosotros no he podido volver a sentirme fatal una vez más. Normalmente no trato con chicos heterosexuales porque tengo miedo de no encajar con ellos, de que al final una vez más me vean como el maricón, huyan de mi, me insulten y me convierta en el centro de sus burlas, como tantas veces en mi vida. Pero sin lugar a dudas lo paso peor cuando tengo que relacionarme con un chico gay porque entonces estoy seguro de que él se da cuenta de que yo también lo soy, y si tiene esa información le será más fácil descubrirme y dejarme en evidencia.

El chico que hemos visto me había parecido gay a simple vista, pero cuando ha empezado a hablar con nosotros no paraba de mirarme y de intentar hablar conmigo por encima de las chicas, así que ha sido una manera de confirmarlo. Se llama Nico y también estudia Magisterio, aunque espero que no venga a mi clase. Es medio rubio, con el flequillo cruzándole la frente. Tiene los ojos verdosos pero lo que más llama la atención es el grosor de sus labios. No nos vamos a engañar, es guapísimo. Y en otras circunstancias daría lo que fuera para que me hubiera dicho que me fuera a la tetería con él, y que me hubiera besado en el parque, pero sólo puedo pensar en el miedo que me produce todo eso.

Lo mejor es no complicarme la vida, no cruzarme con Nico por los pasillos y seguir tomando té con las Erasmus. Seguiré una vez cerrando la puerta, total, ya estoy acostumbrado.

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