París XII o de “Cómo hacer un picnic así de repente”



Como os conté ayer hoy era mi primer día de clase. He dormido apenas 3 horas y media como si quisiera compensar los días que he dormido 12, y he ido con Lorena y las alemanas Inga y Juliana a la universidad de Saint Germain-en-Laye. A las checas y a Emmi las han llevado permanentemente a la universidad de Genevilliers por lo que sólo las hemos visto en la cena. A partir de ahora, por lo tanto, estaremos separados en dos grupos de 4. Estoy contento de que nos haya tocado con las alemanas, aunque me hubiera gustado que Emmi la finlandesa estuviera con nosotros también.

A las 10 en punto estábamos en la universidad como nos había dicho nuestra coordinadora Madamme Bordet, lo cual ha supuesto una hora y media de transporte público para recorrer apenas 12 kilómetros. El desglose de este camino es: un paseo desde la residencia hasta la estación de tren. Espera de unos 5 o 10 minutos siendo optimistas hasta que llega el tren, unos 20 minutos en cercanías hasta Saint Germain, 5 minutos caminando hasta la parada del autobús. 15 minuto más de espera del autobús y otros 20 hasta la universidad. Y esto será así todas las mañanas de estos 4 meses.

Cuando hemos llegado allí los estudiantes deambulaban de un lado para otro. Hemos visto a Nico yendo a clase, aunque nosotros aún no teníamos que sumarnos a ellos. Teníamos una reunión con Alain Castañeda, nuestro coordinador del Erasmus, para que nos explicara nuestro horario y cuándo comenzamos. Hemos ido paseando despacho tras despacho para encontrar a Alain, pero para nuestra sorpresa el señor Castañeda sigue de vacaciones hasta el miércoles. Es decir que hemos ido en vano a la universidad y tenemos unos días más de vacaciones

Era tal la situación que media hora después de haber llegado no sabíamos muy bien qué hacer allí. Inga y Juliana han hablado sobre tomar un "brunch" (que he podido deducir que se trata de un aperitivo de media mañana, breakfast + luch = brunch) pero que finalmente ha acabado siendo el lunch por las horas a las que hemos llegado. En definitiva, nos hemos ido a comer por ahí, y lo hemos en forma de picnic.

Hemos decidido hacerlo en los jardines laterales que hay en el Trocadero, frente a la Torre Eiffel.  Nos hemos tumbado en una toalla de Juliana, Hemos sacado los bocadillos que llevábamos preparados para el recreo de la universidad y hemos compartido un mini-melón naranja que traían las chicas. Aunque necesitaba mi jersey verde fino, he tomando el sol de este caluroso día de septiembre durante un largo rato, con la luz atravesando los árboles y las palomas acompañándonos por si se nos escapaba algo de comida. No hemos parado de hablar y de mirar la punta de la torre asomando entre las hojas, disfrutando de todo lo que nos rodeaba en ese momento.

Ha sido un momento de paz y relax, en un lugar en el que parece mentira que estemos. Ya habíamos descansado y no queríamos irnos a la residencia aún aprovechando que estábamos ya en el centro y sobre todo libres de cargas.

Después de este picnic improvisado hemos ido a buscar la Estatua de la Libertad. Para aquellos que os suene raro ir a ver la Estatua de la Libertad en París os contaré la historia. La Estatua original de Nueva York es un regalo de Francia a Estados Unidos para celebrar el aniversario de su independencia. En el centenario de la estatua neoyorkina, el pueblo americano decidió regalar a París una réplica a menor escala de este símbolo americano para agradecerles el regalo. Y ahí la tienen colocada al lado de un puente en una especia de paseo en mitad del rio, admirando los barcos que pasan por el Sena. No es muy grande pero lo cierto es que el lugar no es muy accesible y está un poco alejado del resto de atracciones turística. Cuando uno está ahí sabe que está en París pero mirando a la cara a la estatua puede imaginar por un momento que está en Manhattan, tomando un coctel en un club nocturno con mis amigas Marian, Laura y Elia, como si fuéramos Samantha, Carrie, Charlotte y Miranda de “Sexo en Nueva York”.

De todas maneras creo que nos podremos dar un homenaje en diciembre si todo sigue igual y pegarnos una buena fiesta juntos.

Después hemos ido al Auchan a comprar cuatro cosillas que nos siguen haciendo falta, con enfado con Lorena incluído, para acabar en la cocina toda la noche jugando a las cartas con Rami, Yohanne, las checas, Inga, Lorena y otros dos chicos de la residencia que no conocía hasta hoy. Ha sido un momento casi de estudio que nos ha servido para aprender los colores, los números del uno al diez y a decir "Me toca a mí?", "te toca a tí" y "roba una carta”. Interesante léxico que nunca se sabe cuándo nos va a servir, aunque ya se me ha olvidado lo de robar una carta.

Hemos acabado la noche de este día tan completo con una conversación en el pasillo con Lorena y Rami, aunque si nos descuidamos despertamos a medio pasillo con las risas de Lorena para hacer una carta de... esto... ¿como era? ¡de motivación!

Buenas noches, y que hagan picnic en sueños.

Cuaderno de notas: Nanterre III o de “Cómo comerse la cabeza online”.

Una de mis preocupaciones antes de ir a clase hoy era saber si me tocaría con Nico en clase o no. Y no precisamente porque me gustaría poder ver lo guapo que es durante todas las clases, sino por el miedo a que al estar juntos, a que se acerque a mí y quiera coger confianza. No quiero que sepa más de lo que debe saber. Por suerte o por desgracia hoy no he resuelto esa duda porque no sabemos si estaremos en clases normales o cómo van a plantear nuestros horarios.

Cuando hemos llegado a la universidad y nos hemos puesto a buscar el despacho de Alain Castañeda nos hemos encontrado con Nico y unas chicas francesas. Como era normal se han parado a saludar pero nos hemos escapado rápido. Esta vez no me he puesto tan nervioso, debe ser porque me estoy acostumbrando a tener que verle pero a verdad es que eso no ha sido lo peor del día.

Después de pasar todo el día fuera con las chicas y dar mil vueltas, lo primero que he hecho al llegar a la residencia ha sido conectarme a internet. Como siempre, una de las primeras paradas ha sido Facebook y allí me he encontrado la sorpresa: una petición de amistad. ¿Cómo me ha encontrado? En ese momento los nervios se han apoderado de mi mucho antes y mucho más fuerte que en cualquier otro momento. No sabía lo que tenía que hacer. No quería agregarle y que entonces viera mis fotos y mi vida entera y entonces quisiera saber más y me pudiera escribir, pero rechazar la petición sería extraño porque quizá vayamos juntos a clase y no tendría mucho sentido ignorarlo.

Con todo el desconcierto decidí que lo mejor sería aceptar la petición, y si en algún momento se diera el caso de que se insinúe, ya sabré rechazarlo. No sería la primera vez que tenía que hacerlo, aunque nunca antes me había pasado con alguien así.

Ya somos amigos en facebook y lo bueno de esto es que yo también puedo cotillear todas sus fotos y movimientos. Ahí están las de sus vacaciones en la playa, las fiestas con los amigos y las fotos en la universidad. Ahí está con amplia sonrisa y sus ojos verdes. Es fácil ver lo simpático que es por cómo se le ve en las fotos. Entre las páginas que le gustan aparece Britney Spears, Sexo en Nueva York y “El diablo viste de Prada”. No se si eso es suficiente para declarar gay a alguien, pero a mí me sirve para confirmar mis sospechas.

¿Por qué no me merezco yo a alguien así? ¿Por qué la vida me tiene que poner en una situación en la que no puedo vivir como los demás? Yo nunca tendré un novio con mis amigas, nunca podré disfrutar de su compañía yendo al cine y nunca podré llevarlo a cenar a casa en navidad. Es una mierda, pero creer que le gusto a Nico y tener la esperanza de que pasara algo entre nosotros sin que se enterara nadie es aún peor.

Mientras escribo esto me acaba de llegar un mensaje por Facebook. Es Nico. Dice “Salut!”. Mierda.

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