Paris X o de “Cómo sobrevivir a las fiestas Erasmus”



Una de las cosas que no pueden faltar en un buen Erasmus es la fiesta. Es en lo primero que piensa uno cuando hace un viaje de estas características, ya que 4 meses fuera de tu país con gente nueva es la oportunidad perfecta para desenfrenarse, beber, bailar y ligar. En estos primeros días no habíamos planeado nada porque nuestra residencia está en mitad de la nada y no tenemos dónde salir de fiesta cerca pero Juliana, que vive en el centro de París, ha encontrado una discoteca donde hacen fiestas para Erasmus.

Siguiendo sus indicaciones nos fuimos hasta la estación de Monrparnasse donde ella nos esperaría, aunque finalmente tuvimos que estar allí un rato hasta que llegó. El plan inicial era que hubiéramos ido a casa de Juliana primero, que vive cerca de la Torre Eiffel, para poder beber un poco antes de entrar a la discoteca. El problema era que teníamos que entrar a la discoteca antes de las 12 para que no nos cobraran entrada, así que para evitar ir justos de tiempo decidimos irnos directos. El sitio se llamada Mix Club, una discoteca subterránea al lado de la torre Montparnasse, el edificio más alto de París. Al llegar había una cola enorme y ya eran las 23:45 así que estuve en estado de nervios esperando cruzar la puerta antes de media noche para ahorrarme 10€. Tuvimos suerte.

Una vez habíamos entrado y nos habíamos librado de pagar, bajamos por unas escaleras hasta la sala. A la derecha una gran barra con tres camareros, a la izquierda tres escalones que bajan a la pista central. A esta hora la discoteca ya está llena, cosa inimaginable en España.

Antes de que podamos llegar a la barra nos encontramos con un stand y una chica que nos pide que nos acerquemos. Nos pregunta que de dónde somos y nos da a cada uno una pegatina con la bandera de nuestro país. Parece que allí separan el ganado por nacionalidades. Las checas tienen menos suerte y les toca la pegatina de “Otros” porque no tienen de sus países. Una vez identificados nos dirigimos a la barra para pedirnos una copa y disponernos a pasar una buena noche.

Mientras me abro paso entre la gente hasta la barra veo enmarcada la lista de precios y me pongo a consultarla para ver qué es más conveniente. Seis euros por una botella de agua, 8 por cerveza o refresco, doce por bebidas alcohólicas y dieciséis por alcohol con refresco. Estoy alucinando. ¿Cómo hacen una fiesta para Erasmus y cobran esos precios? ¿Nadie les ha dicho que la beca que nos dan es de 300€ y es lo que cuesta un alojamiento aquí? Pedirme una copa es casi lo mismo que comprarme comida para una semana y evidentemente no me voy a pedir las 3 o 4 que me apetecería beberme. Las chicas van pidiendo y yo decido pasar sed, así que un nos fuimos a la pista, yo con las manos vacías.

Una vez allí abajo empezamos a bailar aunque reconozco que la música me estaba despistando. No conocía la mayoría de las canciones y el DJ intentaba hacer una lista de temazos de cada país para que todos con nuestra banderita nos viniéramos arriba. Parecía que funcionaba con la mayoría de la gente pero me estaba costando cogerle punto. A lo largo de la noche, tuvieron la deferencia con nosotros de ponernos los hits españoles que más nos levantarían el ánimo: “La Gasolina”, “Aserejé” y “La Macarena”. Ese era el nivel. Ni rastro de música en condiciones, ni siquiera éxitos internaciones de ahora, nada de Rihanna o Beyoncé.

Lo cierto es que eso me hizo estar un poco apático porque sin música y sin bebida el cuerpo no quería animarse. Además no me sentía con la confianza suficiente para ponerme a hacer tonterías y el hecho de no hablar el mismo idioma era una limitación más.

Me limité por lo tanto a observar a mi alrededor. Inga estaba allí a mi lado, con las mismas ganas de fiesta que yo pero lo cierto es que las demás estaban disfrutando mucho. Lorena nos había abandonado hace rato por unos amigos que había conocido no sé donde; Marie, una de las checas, bailaba con otras dos chicas que no conocíamos y Juliana no paraba de hablar con el segundo chico que se le había acercado en la noche. De vez en cuando se acercaba alguno para hablar con Inga pero ella no estaba tan por la labor.

Los minutos pasaban como horas y lo peor de todo es que el transporte normal no volvía a funcionar hasta las 6 de la mañana. Si queríamos irnos antes de esa hora sólo podíamos coger un búho, que tardaría hora y media en dejarnos en Nanterre. Todas las opciones eran malas así que solo quedaba esperar. En cierto momento de la noche en el que nuestras amigas se acercaban a nosotros dos y volvían a irse sin parar, Juliana ya se estaba comiendo la boca con el chico número 2 subidos en una tarima. Eso fue verdaderamente sorprendente para mí, ya que ella parecía una chica tranquila y tímida y para nada la que esperaría que se desenfrenara.

Por allí apareció también Nico, el chico de nuestra universidad, con dos chicas inglesas. Se acercó a saludar y nos contó que queda con Erasmus para practicar inglés. Después de eso me cansé de esperar más y le dije a Inga que si quería marcharse. Creo que ella me agradeció la pregunta porque tampoco se lo pensó mucho. Avisamos a todas nuestras compañeras por si querían venirse con nosotros. Eran las 3 y solo Marie se vino con nosotros. Juliana se quedó allí con su ligue, Lorena con sus nuevos amigos y las otras checas no sé muy bien.

Salidos de aquel ruido ensordecedor nos sentamos en la parada del autobús a esperar al búho y nos damos cuenta de que tenemos que esperar 45 minutos para que pase el siguiente. Decidimos esperar allí y no volver a entrar a pesar de que el frío a estas horas de la noche va haciendo mella en nosotros. En lugar de eso decidimos hablar tranquilamente y comentar que esa fiesta ha sido demasiado para nosotros y que probablemente no ha compensado el viaje de hora y media que nos queda ahora.

Pasaron los minutos en la parada más rápidos que en la discoteca y casi a las 4 de la mañana pudimos coger por fin el autobús deseado. Parecía que era un autobús turístico de los que te van llevando por todos los monumentos, porque atravesamos el trocadero y los campos elíseos con unas vistas maravillosas. Parada tras parada y minuto tras minuto allí seguíamos sentados esperando llegar a Nanterre.

Pasadas las 5:30 de la mañana nos bajamos del autobús y llegamos por fin derrotados nuestra parada, donde todavía no se adivinaba ningún movimiento. Caminamos hasta la residencia en ese camino que me había parecido infinito el día que llegué aquí con mis maletas y que me lo volvió a parecer. Me tumbé en la cama, marcaban casi las 6, el sol estaba a punto de salir y yo me había dado cuenta de que la fiesta Erasmus no iba a ser lo que yo esperaba.

¿Se puede sobrevivir a la fiesta Erasmus? ¿Se puede sobrevivir a un Erasmus sin fiesta? Ya os contaré.


Cuaderno de notas: Nanterre II o de “Cómo huir de tus fantasmas en mitad de una fiesta”

Salir de fiesta en París ha sido una experiencia que no tengo muchas ganas de repetir. Llegué cansado y aburrido porque la cosa no fue como esperaba. Cuando salgo de fiesta en España puedo beber antes de ir a una discoteca, preparado para lo que me voy a encontrar dentro, con música que me gusta y que me puede hacer aguantar hasta que cierren. Y sobre todo el poder ir parándome con toda la gente que me voy encontrando y pararme a decir todas las gilipolleces que se me vayan ocurriendo por el camino. Pero sobre todo lo que me gusta de salir en casa es la sensación de seguridad que tengo, conozco a todo el mundo y no va a haber sorpresas inesperadas. Sé que ningún chico se me va a acercar para ligar y que esa noche dormiré tan tranquilo como cualquier otra.

Pero anoche en la Mix no fue así. Yo ya me moría de ganas de irme a casa después de encontrarme como pez fuera del agua pero no pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que Nico estaba allí. Lo vi a lo lejos con dos chicas así que intenté estar de espaldas todo lo que pude para que no nos viera. Con Inga tenía ventaja porque es muy bajita y no se le vería entre la multitud y el resto de chicas estaban dispersas todo el rato. De vez en cuando miraba para controlar que seguía en su sitio o que con suerte se hubiera marchado.

En cierto momento parece que se encontró con Lorena y ella le dijo dónde estábamos así que se acercó a nosotros. Y digo nosotros por no decir a mí, aunque no había muchas opciones teniendo en cuenta que solo estábamos Inga y yo. Era evidente que intentaba sacar tema de conversación, aunque esta vez me habló en inglés para que pudiera entenderle mucho mejor, aunque la música alta no ayudaba. Cada vez que me hablaba, la ansiedad aumentaba dentro de mi, el estómago se me encogía por los nervios y no paraba de mirar alrededor para ver si nos observaban. Si dejaba que el se mostrara interesado en mí todo el mundo se daría cuenta y asumirían que yo también quería algo. Y lo hubiera querido, pero en otra vida. No quería que Inga lo sospechara o que cualquier tío hetero quisiera hacerse el gracioso más tarde y partirme la cara.

Solo quería que Nico se fuera a pesar de que cada vez que me hablaba al oído gritando por la música podía sentir su aliento acariciando mi oreja, y que cada vez que yo me acercaba a su oído para contestarle el pelo de su flequillo rozaba mis sienes y el olor de su perfume me inundaba.

Me empezaba a encontrar tan mal que sentía que quería vomitar y quería escapar de allí corriendo, así que le consulté a Inga si quería irse, aunque en realidad la hubiera cogido del brazo y nos hubiéramos ido corriendo de allí.

¿Por qué tenía que ponerse a hablar conmigo allí delante de todos? ¿Me estaré comiendo demasiado la cabeza y en realidad solo es un chico simpático haciendo amigos? ¿Tengo que huir o estoy exagerando? ¿Hago caso a mi estómago o a mis sienes?

Déjame en paz Nico, yo no soy quien quieres que sea.

Comentarios

Entradas populares