París III o de “Cómo tener un momento Amelie”

Ayer me desperté convencido de llegar hasta la Torre Eiffel fuera como fuera y después de mucho caminar por fin la encontré. A pesar de tener 300 metros de altura no se ve desde cualquier sitio así que es importante tener un mapa y buen sentido de la orientación. Como no puedo utilizar internet fuera de la resi tuve que planearme la ruta antes de salir de aquí. Decidí bajarme dos paradas de RER antes de la que me suelo bajar, en Charles de Gaulle-Etoile. Iba yo muy bien guiado con una foto de Google Maps, hecha con el móvil a la pantalla del portátil porque cualquiera se atreve a usar el GPS del teléfono sin que le cobren una fortuna. En el mapa parecía un recorrido cortito desde esa estación aunque luego me di cuenta de que no había calculado del todo bien la escala y el paseo se prolongó más de lo esperado.

Cuando me bajé del cercanías no tenía mucha idea de dónde estaba, así que me dirigí a la calle para comenzar la marcha. Para mi sorpresa, cuando salgo por las escaleras de la estación me encuentro de frente el Arco del Triunfo, así, sin esperarlo. Fue un momento mágico porque no esperaba verlo aún y tampoco me imaginaba que sería así. Lo cierto es que es enorme y en mi cabeza yo lo había recreado a escala de la Puerta de Alcalá o algo así, pero en absoluto. El Arco del Triunfo es enorme y da cuenta del poderío que tenía Francia tras la revolución. El monumento se encuentra incrustado en una enorme rotonda que da salida a 8 grandes avenidas rectas y geométricas, por lo que sobre el plano esta rotonda parece una estrella. Y de ahí el nombre de “étoile” de la parada de metro.

Rodeando un poco el arco ya se veía la torre de fondo, así que no me costó mucho dirigirme hacia mi objetivo. Cuando aún no había salido de la rotonda una pareja de turistas me confundió con un francés, supongo que por eso de la camiseta de rayas que últimamente me pongo tan a menudo, y me preguntaron por les Champ Elyseés, situación que solucioné con un “Je ne sais pas”... (Más tarde descubrí que la calle del Arco del Triunfo eran los Campos Elíseos evidenciando aún más mi torpeza). Me hubiera gustado saberlo en ese momento y haber podido ser un parisino más, pero la realidad en este caso era muy diferente.

De camino a la torre encontré la Embajada de España mientras pasaba por enormes edificios de fachadas preciosas, y eso a uno le da mucha tranquilidad, no sabéis la alegría que da ver el escudo de España con el letrerito al lado sabiendo que ante cualquier catástrofe puedo ir allí a llorar.

Me encontraba aún a medio camino, pero poco a poco vas notando que las calles se van espaciando, que el horizonte se ve más lejano y que el ruido de la ciudad se va llenando de los idiomas de los turistas. Cuando estás a punto de llegar a la zona de la torre ya va siendo especial porque todo está invadido del olor a crepes que hay, y es que aquí saben muy bien dónde tienen que vender. Es una de las cosas que más me gustan de París, siempre huele bien. Si no huele a nada huele como España, pero cuando viene algún olor siempre es a comida o a perfume de mujer. Eso si, el metro es una excepción.

Por fin estaba allí, en la parte baja del Trocadero ante el puente que cruza hasta la torre. Decidí no cruzarlo de momento y subir hasta lo más alto de la esplanada que hay enfrente para poder admirar las vistas y sentir por fin lo que había estado buscando durante días. Me puse a caminar con ilusión y empeño  y cuando ya subí todas las escaleras del Trocadero para ver la mejor vista de la torre me puse la banda sonora de la película “Ameliè” y seguí caminando sin perder de vista la torre, esta vez en dirección contraria a la que he hecho hasta ahora. No había visto Y es entonces cuando comienza la película, mi película, con los acordeones y los violines. Estoy en un anuncio de Chanel, estoy en otra época y en otro lugar, me estoy volviendo loco. Estaba sentado, a campo abierto, después me levanto y vuelvo a bajar todas las escaleras que ya había subido pero esta vez escuchando la canción una vez más. La gente pasa y yo estoy ausente. A unos cuantos pasos de mí tengo un tiovivo clásico con su típica música y las voces de los niños, después la carretera donde el tráfico no para, después el puente que me lleva al destino. La torre está esperándome del otro lado aunque es tan grande que parece que ha estado todo rato junto a mí. Según me acerco, sus patas van cobrando más protagonismo y los hierros marrones van ocultando la punta.

Está en parte cubierta por una lona mientras la pintan como cada 7 años pero no me importa. Me sitúo debajo de ella, justo en la tapa de una alcantarilla que es el punto exacto para verla desde abajo. Es sencillamente impresionante. Allí estamos los dos solos, en mitad de París, en silencio y sin hablarnos, pero sabemos que los dos que me va a atrapar para siempre. Podría acercarme a cualquiera de las patas que la soportan y tocarla y sentirla; pero quiero esperar al momento adecuado, a que una noche cualquiera entre los dos yo me pueda acercar, poner mi mano sobre la piedra y el hierro marrón y sentir que no me voy a separar mas de ella.

Haber vivido este momento compensa sin dudas el silencio de estos últimos días. Se me han pasado más cosas por la cabeza en 5 minutos que en 5 días.

Cuando acabé mi encuentro con la torre deshice mis pasos hasta volver al Arco del Triunfo otra vez, no si antes hacer una parada obligatoria en McDonald's porque ya voy teniendo el hambre voraz de siempre que había perdido estos días de nervios. No es mucho más caro que en España aunque el precio varía en cada restaurante de la ciudad. Las hamburguesas son muy parecidas aunque tampoco son iguales. Lo que sí me ha gustado mucho es una salsa que te ponen con las patatas, no logro identificar de qué es pero parece una especie de alioli. Ya con el estómago lleno hablé con mi casa, primera conversación que mantenía en todo el día, yme vino bien para desahogar mi angustia de no hablar, pero al final acabé agobiado con mi padre y las tarifas del móvil. Las cosas no cambian por allí...

Hoy me he despertado sin ningún plan establecido porque ya he cumplido mi objetivo principal, pero aún tengo un montón de cosas que hacer y que tengo que ordenar. Podría ir al Louvre, o a los campos elíseos, pero eso ya es algo que pensaré luego. Cuando lo haya hecho escribiré un París IV

Un abrazo!

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