París II o de “Cómo reconocer a un español en París”

Empiezo mi tercer día aquí de la manera más típica posible. Me he levantado y me he vestido a la manera más francesa que he podido, con mi camiseta de rayas blancas y azul marino que traje para la ocasión, y me he ido a comprar una vez más una baguette para la hora de la comida. Aunque vivo en un complejo universitario entre París y el pueblecito de Nanterre, hay algunas tiendas pequeñas al lado de la estación que están bien para sacarte de un apuro aunque son muy pequeñas. Ya os conté que el barrio no tiene la mejor pinta pero no queda otra porque estamos en mitad de la nada y es lo único que hay para comprar algo rápido. La panadería huele de lujo y tiene todo lleno de pasteles, panes y bocadillos preparados, que parece que aquí son muy habituales. Las dependientas tienen una pinta muy exótica, quizá sean de alguna colonia francesa de África, aunque no llegan a ser de piel negra tienen un tono mestizo precioso y los ojos verdes intensos, como si fueran parientas lejanas de Leona Lewis. Las baguettes que dan ahí son kilométricas, tanto que tienen una guillotina para partir baguettes en dos trozos porque si no son bastante incómodas de llevar. A mí me gusta más llevarla de una pieza y hacer el paseo de vuelta desde la tienda a la residencia con "un pan bajo el brazo". Las barras me duran dos días y puedo comer bocadillos cuando quiera porque el pan no se acaba. Lo cierto es que el segundo día ya está un poco duro pero vista la economía no se puede desechar ni un euro de más y lo guardo en una bolsa de plástico para se quede blandengue.

Ayer por fin me fui al centro de París después de tantos días, porque pasarse el día viendo la televisión en el ordenador, sin hablar con nadie, y viendo tres árboles por la ventana, no es lo mejor que puede uno hacer aquí. Me propuse encontrar la Torre Eiffel, pero me fue imposible teniendo en cuenta que el tamaño de París duplica al de Madrid y que no tengo ni un miserable mapa para moverme por la ciudad. Lo único que puedo hacer es mirar el mapa en el ordenador y hacer una foto con el teléfono, pero como aquí no tengo tarifa ni datos no lo estoy usando mucho. Es una vuelta al pasado.

Decidí por tanto volver a Chatelet-Les Halles que es la parada donde fui a comprar el cable de internet y la almohada. Como ya me sonaba un poco la zona de alrededor era una buena opción para empezar a explorar y ver dónde me llevaban los pies. Después de seguir a la gente y patearme 4 calles aparecí sin darme cuenta en el Georges Pompidou, un museo de arte moderno dedicado al que fuera uno de los alcaldes más conocidos de la ciudad. Lo recordaba perfectamente porque cuando empezó la fiebre de los programas tipo “Madrileños por el mundo” vi uno con mi madre sobre París y hablaba un chico desde aquí diciendo que solía haber artistas callejeros y una gran concentración de gente. Lo cierto es que había muchas personas allí sentada recibiendo los frescos rayos de sol. Me paré un rato a observar el entorno y era un sitio muy agradable, lleno de pequeñas librerías y tiendas de souvenirs. No esperé mucho tiempo para poder seguir viendo sitios. Al final de la calle, rodeando el museo, se podía ver a lo lejos la catedral de Notre Dame.

Tenía tiempo de sobra y aunque se veía algo alejada me puse en marcha para encontrarla, y según me acercaba más, la sonrisa se me escapaba de la boca por tener una obra de arte hecha catedral ante mis ojos. Uno de los edificios más míticos de París me esperaba, como había visto tantas veces en fotos y en películas. Y ésta no era la única razón de mi alegría, ya que me iba cruzando con gente que acariciaba mis oídos con sus palabras. Primero me crucé con un matrimonio que iba conversando, y logré distinguir entre sus palabras un “latorreeiffel”. Eran las primeras palabras en español que había escuchado por la calle desde que estoy aquí y no voy a negar que me hizo ilusión oírlo. Cuanto más me iba acercando al monumento, más eran las palabras que me resultaban familiares, los sonidos castellanos llenaban mi cabeza y me hacían sentir como en casa estando en la ciudad de la luz.

Además tengo la impresión de que físicamente se nos puede distinguir sin demasiada dificultad, a pesar de que franceses y españoles somos como primos hermanos. Cuando uno no tiene con quién hablar se pasa el día observando, y quizá cueste un poco al principio diferenciar a un francés de un español sin escucharles. Pero hay ciertos detalles en la ropa y en el aspecto que te dan pistas de quién es quién, como ver ropa de Pull&Bear que aún no es muy conocida en Francia. También resulta muy agradable ver a sudamericanos andando por aquí; aunque yo no hable a nadie, escuchar el idioma de tu cultura siempre es de agradecer.

La catedral sin embargo me dejó un poco decepcionado al principio. Es bastante pequeña en su portada, recogida, cuadrada y sencilla. Lo único que me parecía impresionante a primera vista era su iconicidad, la había visto tantas veces antes que estar allí parecía mentira, aunque no me pareciera tan espectacular como yo la esperaba. Supongo que al ser más pequeña que la de mi ciudad, Toledo y que sea bastante más sencilla que otras catedrales góticas se me quedó algo simple. El sol ya estaba cayendo, la luz amarilleaba y mi tiempo se agotó. Hice todas las fotos que pude en mi primer día como reportero de la ciudad y deshice el camino hasta Chatelet-Les Halles porque aún no conocía muy bien el metro y no podía gastar más de la cuenta.

Llegué por fin a la residencia después del largo paseo y un día más lo que me esperaba era el silencio. Aquí estoy solo, he venido sin conocer a nadie, y no sé si hay más españoles en mi residencia, así que lo único que puedo hablar a lo largo del día son 4 palabras para preguntar alguna dirección en francés y 3 minutos a través del móvil con mis padres si es que llego a llamar. La sensación de no hablar con nadie en todo el día es muy extraña, sobre todo cuando dura tanto tiempo. Nunca pensé que podría hablar tan poco, tal vez sea la razón por la que ahora escribo tanto...

Esta tarde volveré a mi reto de encontrar la Torre Eiffel, aunque esta vez cogeré un mapa y con un poco de suerte no tardaré mucho en encontrarlo.

Próximamente más!

Un abrazo.

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