París V o de “Cómo ser un fashion victim por un día”

Hay días que uno se levanta hecho polvo, sobre todo porque te levantas con hambre y tu madre no está para hacerte los mejores macarrones del mundo, con su queso fundido y su chorizo un poco chamuscado por el horno. Entonces se le cae a uno el día entero y tiene que buscar algo que le levante el ánimo para olvidarse de casa, y París puede estar lleno de cosas que hacer.

Estaba un poco deprimido como os digo, comiéndome mi habitual bocata de jamón y entonces Lorena vino a buscarme. De momento vamos los dos solos porque así podemos hablar español y porque tampoco nos hemos relacionado tanto con las otras chicas. Lorena, como ya habéis podido ver, es una persona bastante peculiar. Es descarada, tanto en el buen sentido como en el malo. Siempre ríe por todo, lo cual es una cualidad perfecta para una experiencia como esta, pero a la vez no parece tomarse nada en serio. Su aspecto sigue siendo tan desaliñado como lo era el primer día, por lo que no fue el avión lo que le hizo parecer destartalada. Sigue llevando siempre pantalones de talle bajo y se pone eye-liner como si lo hiciera a oscuras. Es divertida y enervante a partes iguales.

Nos fuimos juntos en tren hasta Auber, una enorme estación cerca de Ópera, porque necesitábamos abrirnos una cuenta bancaria para poder pedir una beca. Nos dijeron que por aquella zona podríamos encontrar las oficinas de nuestros bancos españoles y estuvimos buscando arriba y abajo como locos. Allí al final llegamos a la sede del Santander, pero claro, eso no eran oficinas abiertas al público sino más bien despachos de ejecutivos, así que intento de buscar un banco español para ver si había alguien que nos entendiera no fue muy fructífero. Como no hemos encontrado nada nos fuimos a buscar por enésima vez unas botas de agua a Marc Jacobs que yo había intentado comprar en España pero que no fui capaz de encontrar.

Nos fuimos cerca de allí, a la Rue Saint-Honoré, que estaba llena de tiendas y que nos conduciría al mercado del mismo nombre donde se encontraba mi tienda buscada. Estamos en plena calle comercial cuando a Lorena le da por entrar en Colette, una tienda de ropa que a priori no me llamaba la atención excepto por la gran cantidad de gente que había en la puerta. No sabíamos muy bien si ocurría algo dentro pero la tienda era muy original. Vendían ropa de diseño aunque aparte de eso había muchos muebles cajonera cerca de la caja llenos de objetos extraños y divertidos que poco tenían que ver con la moda, como si fuera un bazar de artículos únicos. La ropa era algo más cara, pero el resto de cosas tenía precios de todo tipo así que estuvimos trasteando un rato entre en gentío. También había una zona de maquillaje y de productos corporales con dependientes que probaban las cosas sobre los clientes. Una vez dentro de esa zona distingo al fondo de la tienda, entre tal cantidad de gente, una cabellera blanca, recogida en una coleta y unas gafas de sol negras, y con 5 modelos masculinos espectaculares alrededor de él. Me acerco un poco para confirmar lo que sospechaba y tres pasos más adelante pude comprobar que era el diseñador Karl Lagerfeld, cabeza visible de la casa Chanel y un referente en el mundo de la moda y de la alta costura. Hay mucho revuelo a su alrededor y un montón de camareros ofreciendo canapés en plena tienda. Saqué mi cámara de fotos y capturé aquel momento a pesar de la bronca de uno de los empleados de seguridad que andaba cerca. Estar allí en aquel momento era como rozar el centro de gravedad de la moda y decidí compartir mi descubrimiento con Lorena. Sin embargo ella no tenía ni idea de quién era Lagerfeld por lo que su visita le pasó desapercibida.

Como tampoco íbamos muy presentables y no estábamos preparados para tal encuentro, Lorena se maquilló con los probadores de la tienda y nos fuimos a la búsqueda de Marc Jacobs esperando encontrar mis botas.

Lo cierto es que la calle hasta llegar al mercado era preciosa porque estaba llena de pequeñas y exclusivas boutiques, y la calle era inusualmente estrecha para estar en pleno centro.  Por fin encontramos la tienda, aunque no tenían las botas o eso me quisieron decir. Los dependientes franceses no tienen muy buena fama, y me imagino que en tiendas un poco exclusivas no deben ser super amables si te ven con las pintas tan normaluchas que yo llevaba. Aún así, ya que estábamos en una tienda de diseñador, nos acercamos a la zona de mujer para cotillear el panorama y vemos que, tras un rato, empiezan a preparar champagne y pasteles. Es raro porque queda poco para que cierren las tiendas, la tienda está empezando a llenarse y no creemos que Karl Lagerfeld vuelva a aparecer. A la entrada, un par de fotógrafos preparan unos focos para hacer una sesión, con una especie de photocall al fondo y un mostrador de promoción de la marca. Lorena se acerca a uno de ellos para enterarse y el chico, latino afincado en NY nos comenta en castellano que están promocionando la tienda y que estará abierta toda la noche. La fiesta es para presentar el nuevo perfume de la firma, “Bang”. Además nos cuenta que por la compra de cualquier producto de la tienda nos regalan una camiseta del diseñador con la promoción del perfume. Dicho y hecho, había que aprovechar la oportunidad de que nos regalaran una camiseta de firma así que nos cogimos un par de rotuladores permanentes “Sharpie” a 1.50€ que llevan escrito el nombre de la tienda. Nos regalan nuestra camiseta, bastante bonita, y recorremos las estanterías y mostradores como los invitados exclusivos que merecemos ser. Nos empezamos a tomar nuestras copas de champagne cuando Lorena empieza a hablar con dos chicas que trabajan como becarias para la revista ELLE. Lorena habla con todo el mundo, así que tendremos que aprovechar esa habilidad suya para hacer contactos.

Una de ellas Roxanne, es de padre español aunque no sabe hablar mucho nuestro idioma. La otra chica, Elenie, es afrofrancesa y las dos van vestidas a la última, cosa que yo envidio en ese momento porque no venía preparado para esto. Nos ponemos a posar con ellas para los fotógrafos en el photocall y nos sentimos como la élite parisina. Una miradita por aquí, coge el perfume así, pon el brazo de la otra manera y voilá, nos llevamos varias copias impresas al momento de todas las fotos que nos han hecho. Se está haciendo tarde y deberíamos irnos a la residencia antes de que nos quedemos sin transporte, pero las francesas tienen otro plan. Las becarias nos ofrecen acompañarlas a uno de los eventos de moda para el gran público más importantes del mundo.

Nos dicen que tienen una invitacion de sobra para la Vogue Fashion Night, que consiste en que durante toda esa noche las tiendas estarían abiertas y todo el que tuviera invitación podría acceder a ellas. No solo se podría comprar, sino que cada tienda organizaba su propia fiesta para promocionarse. El problema es que somos dos pero decidimos que yo me quede la invitación y que Lorena se cuele, así que yo ni me lo pienso y ella se une al plan.

Recorremos varias líneas de metro hasta ahora desconocidas por nosotros con nuestras nuevas amigas, y aunque voy con un poco de recelo por la hora que es y la lejanía del lugar, de repente me veo en la puerta de Dior, cerca de los Campos Elíseos, con una copa de champagne, mirando ropa que no tiene el precio puesto y bailando The Black Eyed Peas pinchado por un DJ que está en mitad de la tienda dándolo todo. Pasamos por Chanel, Louis Vouitton, Max Mara y cientos de tiendas más de las que hay alrededor. Roxanne, tiene un vale de 300€ que ha ganado en un sorteo para gastarse en lo que quiera durante esa noche, y dado que los precios son desorbitados acaba comprando un bolso minúsculo de más de doscientos euros mientras nosotros la miramos sentados en un sillón de piel con nuestra copa en la mano y muertos de envidia.

Llega la hora de irnos si no queremos quedarnos a dormir debajo del Arco del Triunfo, así que nos despedimos de Elenie y Roxanne y cogemos el metro. Estamos rodeados de glamour, hemos estado bebiendo y bebiendo durante toda la noche y yo llevo mi mochila llena de copas de champagne de cristal porque en la residencia aún no tengo vasos y me he dedicado a guardarme todas las que he podido.

Ahora hemos llegado a la residencia medio borrachos y casi cenados con tanto pastel que nos han dado. Ha sido un final perfecto para un día que empezó sin macarrones. Definitivamente, si París va a ser así a partir de ahora, quiero morir aquí

Comentarios

Entradas populares