París 6 de “Cómo descubrir lo imprescindible”

paris y nebraska


Cuando explico cómo me siento aquí, mucha gente, mis padres incluídos, me preguntan: ¿pero qué te pasa? Y creo que este fin de semana he encontrado la respuesta: lo que me pasa es que me falta lo imprescindible.

El viernes a la hora de comer, y me refiero a la hora española porque esta gente come a las 12, tuve una excursión con la clase de arte al Louvre, el museo más importante de París que ya he comentado en alguna otra ocasión y que tantas veces he visitado por mi cuenta. El edificio es maravilloso y lo mejor que tiene son las vistas a la pirámide de cristal desde cualquier ventana del antiguo palacio real. Las obras de dentro son un magnífico resumen de la historia del arte universal con algunas de las obras más importantes del mundo. Aparte de las típicas pinturas icónicas como la Gioconda, la Virgen de las Rocas o la coronación de Napoleón, hay algunos cuadros que para mí son muy desconocidos pero que son impresionantes. Nuestra guía nos estuvo explicando en francés el significado de muchas de aquellas obras de las que me enteré a medias.

Acabamos la visita en la sala donde colgaban los cuadros de David de la época del neoclasicismo, la revolución francesa y las invasiones napoleónicas. Allí fue donde el profesor dio la chapa durante 2 horas hasta que nos pidió que durante una hora diéramos una vuelta por el museo y "robáramos" a los pintores en lugar de copiarles. El ejercicio me pareció muy difícil pero sobre todo porque de lo que tenía ganas era de marcharme ya, y después de escribir la palabra “artist" en mi cuartilla di por acabado el ejercicio. Salí de allí apresurado para comer algo a una hora que casi podría ser la de la cena francesa y después de eso me fui a Porte Maillot a buscar a mis Chicas de Cohen, mis compañeras de universidad de Toledo, que venían en autobús desde el aeropuerto de Beauvais.

Me hicieron esperar un rato, que en realidad fue angustioso imaginando que quizá me había equivocado de sitio o que había pasado algo, pero es lo lógico de las esperas sin saber realmente a que hora llegarían. Finalmente, unos 20 minutos más tarde de mi previsión, Celia, Mari y Bibi bajaron del autobús y se tiraron a mi cuello como si yo fuera la presa de las tres. Me encantan esos abrazos porque son sinceros, y son muy fuertes porque sabes que son de verdad. Para mí la situación era tan surrealista como las obras de arte de Dalí, porque no me podía creer que ellas estuvieran allí conmigo. Después de que cogieran sus maletas nos marchamos a la Defense para que pudieran comerse una hamburguesa en el McDonalds donde lo había hecho yo una hora antes. Como ya es habitual, una hamburguesa es el mejor elemento que existe para una reunión de amigos. Después de acabarse su Happy Meal con compota de manzana incluída y rememorando las arcadas que daría Loreto si lo viera, nos fuimos a ver el Gran Arco de la Defense y tomamos nuestras primeras fotos juntos.”

Nos marchamos a la residencia y en cuando vieron Nanterre, Celia lo describió como el Brooklin de París. A Bibi sin embargo le pareció más similar a África que a Brooklin, así que como conclusión diremos que esto es Nanterre y punto. La habitación las dejó estupefactas, en especial el baño claustrofóbico, y estuvimos ideando formas de dormir los cuatro en la habitación por que espacio no se prestaba mucho a ello. Finalmente yo dormí con Mari Carmen en la cama mientras que Bibi y Celia se peleaban por dormir en el diminuto colchón que Rami me había prestado para el suelo. Tras descansar un rato nos volvimos a París ya anochecido para que vieran algunos monumentos. Fue momento para visitar el Arco del Triunfo y los Campos Elíseos y un poco más tarde la Torre Eiffel iluminada. A las 23.30 nos volvimos a la habitación y con los restos de mi Martini, Mari y yo nos cogimos el puntillo de la semana, con diálogos memorables como la conversación con mi vecino de habitación o aquella vez en la que nos contaron un cuento. Acabé hablando solo en la cama hasta que Bibi empezó a roncar y tuve que dormir debajo de la almohada para poder pegar ojo.

A la mañana siguiente, la habitación se convirtió en un campo de batalla para la ducha. Tardamos un montón en organizarnos sobre todo teniendo en cuenta el reducido espacio y el gran desorden que montamos. Finalmente nos fuimos a Ópera y desayunamos en McDonalds como no podía ser de otra manera. Estuvimos paseando por el hall de Galerias Lafayette y descubrí con asombro que ya estaba todo decorado para la Navidad. En los escaparates habían montado escenas de musicales con peluches y aunque algunos estaban bien hechos, otros daban miedo o resultaban bastante obscenos. En el interior del gran centro comercial y justo bajo su cúpula, se podía ver el gran árbol de navidad que habían colocado junto con algunas cajas de regalo más grandes que mi habitación.”

Después de aquello teníamos una cita con Montmartre. Primera parada en el Sacre-Coeur huyendo de una manada de inmigrantes intentando hacernos pulseritas de hilo para una limosna, y de unas rumanas sonrientes y supuestamente mudas que recogen firmas para alguna asociación de sordos aunque huele bastante a estafa. Funicular arriba, funicular abajo, y acabamos en el Moulin Rouge habiendo pasado previamente por el Muro de los Je t'aime. Fue en la puerta del molino donde estuvimos comiendo unos crêpes y más tarde acabamos en una rejilla de las que expulsan aire a lo Marilyn Monroe, descubrimiento que me encantó y al que pienso volver otro día.

Según caía la noche a las 17.30 nos fuimos a Notre-Dame y Mari me obligó a volver a pasar para ver el interior de la catedral. Un poco cansados, nos fuimos al Alcampo para comprar algo de cena, aunque acabamos comprando de todo para los días restantes. Subimos a la cocina de la residencia, que dejó a todas boquiabiertas por lo ridículo de la situación, y cocinar los spaguettis allí les producía bastante asco aunque supieran que no había otro método. La pasta estaba buenísima y luego estuvimos haciendo una corrida de toros allí sin espectador alguno y mil fotos más haciendo el inútil. Acabamos en mi habitación volviendo a beber Martini y comiendo pipas, rebautizadas por mí como "pipas Nebraska" porque venían de EEUU y estaban rancias.

Tras una noche tan complicada como la anterior, el domingo por la mañana no había quien nos moviera, y nos costó llegar hasta la Torre Eiffel una vez más. Doscientas fotos después estuvimos comiendo, y aunque ellas eligieron McDonalds una vez más yo decidí cambiar a Subway. Lo que quedaba de tarde fue exclusivo para el Louvre, aunque entre la Victoria de Samotracia y el tiempo que se tiraron en el baño, nos acabaron echando del museo porque se nos echo encima la hora del cierre. Para dar un último coletazo estuvimos en Saint-Michel, también conocido como el barrio latino, para comprar algunos souvenirs para familia y demás gente. Después estuvimos paseando por el barrio entre restaurantes de todas partes del mundo, y a punto estuvimos de entrar en el Bistro Latino a comer croquetas, pero Celia y Mari se empeñaron en comer crêpes otra vez. La noche acabó en la residencia una vez más, diciendo tonterías y riendo como siempre, hasta que finalmente esta mañana he tenido que ir con ellas a que cogieran el bus para marcharse a mi querida España.

No he podido evitar soltar algunas lágrimas cuando me iba alejando del autobús, porque ahora me toca volver a poner los pies en el suelo y darme cuenta de la realidad de Nanterre, pero sin duda alguna me ha servido de mucho esta fugaz visita.

Primero porque me he dado cuenta de cada vez meto más la pata con el castellano, no sé si estoy en una fase disléxica o es que practico tan poco mi propio idioma que se me está olvidando. Me ha servido para compartir estereotipos sobre los franceses: absolutamente todos llevan ropa negra, la mayoría van solos, serios, no se suelen mezclar entre razas y son muy elegantes.

También he vuelto a redescubrir París, a recordar que merece la pena pasear entre sus calles; aunque cuando vuelvo a la residencia se me olvida todo eso. Y además para que ellas vean como vivo y comprendan mi situación emocional, que estoy seguro de que vuelven sabiendo que lo el lío que tengo en la cabeza está bastante justificado.

Pero sin duda alguna he descubierto que me falta lo imprescindible. Me falta reir, me falta bromear, necesito tener alguien con quien compartirlo mis cosas y hablar tonterías, con quien tener la confianza de decir una grosería. Alguien con quien de gusto pasear y me comprenda y me anime si lo necesito. Y todas esas características son las que tiene un amigo. Un amigo como los que yo tengo por tantos sitios y que se esfuerzan en demostrármelo y en recordármelo cada día que lo necesito.

La buena noticia es que ya he comprado el billete de vuelta y Alain me ha dejado adelantar mi vuelta un día. Volveré a casa el día 16 de diciembre a las 11.55 y eso quiere decir que mañana, 16 de noviembre a las 11.55 comienza la cuenta atrás de un mes para que las ruedas de mi avión se separen del suelo de Francia.

No puedo esperar!

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