París 11: Crónica de un finde insulso

paris y nebraska


Realmente estoy mucho mejor de ánimos pero creo que más que nada, se debe al hecho de que los días van pasando con una velocidad que casi ni yo mismo me lo creo. Empiezo la semana pensando más que estoy de vacaciones 15 días en París en lugar de pensar que estoy de Erasmus. Cuando leáis esto, posiblemente ya será lunes, y me quedarán 17 días para dormir de nuevo en mi cama. Pensar que cuando volví de España me quedaban 42 días es bastante raro porque no parece que fuera hace tanto tiempo. Afronto los días venideros con miedo, porque empiezo de inmediato las prácticas, Mari Carmen viene a verme, voy a ir a Disney y tengo que presentar el portfolio, pero el miedo va acompañado de un entusiasmo tan grande que me atrevo con todo.

El jueves no hice nada en especial. Debería haber sido mi último día en la universidad como tal, pero como Lorena sigue con su enfermedad psicosomática e Inga no tenía ganas de ir, yo me quedé durmiendo toda la mañana sin ningún tipo de remordimiento. Inga recogió al mediodía a un amigo italiano, Mateo, al que conoció durante sus vacaciones de verano por Italia.

El único planteamiento que teníamos para aquel día era hacer algo de fiesta en la habitación de Inga durante la noche. Yo me pasé el día encerrado y antes de subir me puse a hacer mis habituales llamadas telefónicas vía Skype. Hablando con Chus, mi prima, me dí cuenta de un hecho. Quedaban 21 días para volver a casa, y al igual que cuando llevaba 21 días aquí tuve mi día televisivo, mi prima me propuso hacer una réplica del famoso programa de TV y hacer videos de estas tres últimas semanas. A veces creo que soy demasiado fácil de convencer, así que cámara en mano, me puse a grabar todo lo que me deparaba esa noche de pseudo-fiesta.

En la habitación de Inga, los cubatas iban y venían, yo seguí fiel a mi Martini baratillo de siempre. Y según transcurrían las horas, la habitación se iba llenando de todo tipo de gente. Tanto que en un determinado momento de la noche, un señor vestido de azul marino, y que yo supuse el portero, vino para pedirnos que no habláramos tan alto (o eso entendí yo en un francés lejanísimo).

Después de abandonar la habitación de Inga a cosa de las 2.30 de la mañana, Lorena (un poco obligada) y yo nos fuimos a la habitación de Emmi para seguir con la charla. Y ciertamente fue una de las más interesantes habidas hasta el momento. Primero fue turno del amor. Emmi nos contó sus inicios con su novio, sus últimas peleas y sobre todo sus últimas reconciliaciones; y hay que reconocer que con dos copas de más encima, a uno le costaba aguantar las lágrimas con historias de esas. Después de hacer un repaso por mi breve vida amorosa pasamos a hablar de nosotros y de cómo nos sentíamos realmente. Y fue verdaderamente triste oír hablar a Emmi.

Ella vino a Francia para hacer el Erasmus porque su novio es parisino. Pero ahora se encuentra que cuando llegue navidad, todos marchamos para casa y no volveremos mas, todos excepto ella. A la finlandesa le queda aún hasta mayo por aguantar aquí y doy fe de que está tan deprimida como todos los demás. A eso tiene que sumarle que tendrá que abandonar la residencia y buscarse otro sitio donde vivir, porque ya no va a estar estudiando a partir de enero. Me pedía con desmesurada ilusión que teníamos que pasar estos últimos días juntos, que no quiere recordar su Erasmus como algo triste y que espera que estas 3 semanas hagan de París algo para recordar.

Volví a mi habitación muy reflexivo, pensando en lo que había dicho Emmi, pero en realidad poco esperanzado de que las cosas vayan a cambiar demasiado. Además ahora, que había empezado a acostumbrarme al clima resulta que cambia y empiezan las nieves...

El viernes también fue día para la fiesta, pero en este caso, para la Mango Shopping Party, que para mí es la segunda vez que consigo entradas. Comí en la residencia y tuve todo el après-midi para arreglarme un poco, aunque con los medios que cuento no tardo demasiado.

Hicimos una fotocopia de mi invitación para otras dos personas, pero como al final resultamos ser cinco, Lorena se tuvo que colar (sigo sin saber cómo lo hace). La fiesta estaba bastante mejor que la otra anterior, y el DJ, de rasgos latinos, con una camiseta de DJ Alfredo y su repertorio de Daddy Yankee, me hizo sentir más cerca de casa. Nos volvieron a dar las mismas bebida insípidas de la otra vez aunque esta vez no me supieron ni tan mal. Una hora después yo ya había bailado mucho entre los maniquís y las chicas ya se habían probado toda su ropa y se dispusieron a pagarla.

Cenamos en McDonalds, como si fuera obligación semanal hacerlo, y a la vuelta a casa fuimos testigos de una divertida conversación de Lorena con un conocido por teléfono. Y al llegar a la residencia eso fue todo, porque la gente estaba tan cansada que no quedaron ganas para fiesta. Me acosté bastante tarde, entreteniéndome con lo que pude hasta que finalmente me puse a leer mi libro.

El sábado fue día para no hacer nada. Tras todo el día en la habitación, se volvió a repetir una escena nocturna parecida a la del jueves, solo que ambientada en la habitación de Emmi. Y cuando la fiesta acabó allí fuimos a la de Inga, que acusando su cansancio nos desalojó al momento. La TV me aguantó hasta las 5 y media, viendo "Cuéntame" porque llevaba dos capítulos retrasados y mi madre me dijo que no me los podía perder porque estaban interesantísimos.

Y el domingo simplemente ha sido nada. Me he levantado muy tarde para mis costumbre parisinas y no he salido de la habitación hasta la hora de cenar, pero como no había nadie en la cocina me he vuelto a mi habitación a cenar en la más absoluta soledad, que es lo que más tiene uno aquí. Solo he tenido que volver a abrir la puerta para que Lorena me presentara a unos amigos que han venido a visitarla, y después vuelta al encierro. Y eso ha sido todo, aparte de estar montando el vídeo de mi tercer y cuarto video de esta recta final.

Y ahora vuelta al lunes, el primer lunes que madrugo desde que estoy aquí. Mañana será el comienzo del final, un lunes horrible y maravilloso a la vez, que seguro que pasará fugaz por delante de mis ojos a pesar de las 8 horas que tengo que estar en clase. Supongo que voy a estar más perdido que un burro en un garaje, pero no me importa nada. Porque a estas alturas de mi vida, lo único que quiero es que el tiempo pase y me devuelva a mi lugar. O como dice Antonio Gómez Rufo, en el libro que ocupa mis noches, diría de Toledo que : "Yo creo que todos tenemos un hogar privado, que es nuestra casa, y un hogar público: nuestra aldea, nuestro pueblo, nuestra ciudad. Pero quizá ningún otro sitio posea, como mi ciudad, esa cualidad hogareña, de cercanía y calor, de un lugar a donde regresar siempre. [...] Extraña ciudad: no es extremadamente hermosa, ni fácil de transitar ni cómoda para instalarse; pero debe de ser por ello, estoy seguro, por lo que sus vecinos tienen siempre una palabra recién lavada en la punta de la lengua para regalártela. Sí, me gusta esta ciudad. Sería preso de ella si pudiese. Y aunque nunca llegue a estar atado a sus calles, creo que jamás podré dejar de pensar que sería un buen lugar para dejar correr los días hasta que se agoten.”

Le estaré eternamente agradecido a París, porque desde aquí, mi ciudad se ve más bonita que desde el Valle. Cuaderno de notas.

Nanterre XIII o de “Cómo empezar a sentir el adiós”

Estos últimos días en París no han sido una gran fiesta, pero al menos me han otorgado un entretenimiento que me ha dejado disfrutar un poco de ellos. Los días van pasando algo más rápido de lo que esperaba y lo que hasta ahora era una cuenta atrás interminable se está empezando a convertir en la realidad de una vuelta que cada vez me apetece más pero que también me da miedo. Miedo de que aunque vuelva a mi realidad de siempre, a mi zona de confort y a la seguridad del hogar, nunca volveré a sentir esa burbuja de verdad que tengo aquí con Nico, en la intimidad de este cuarto maltrecho donde los relojes perdían el sentido. Y ahora que es un hecho que sólo quedan un puñado de días empiezo a darme cuenta de que los ojos de Nico no volverán a mirarme más, porque ni siquiera entra en mi cabeza el volver a vivir aquí a corto plazo y seguir viviendo esta vida que no me corresponde.

Los planes de estos días en los que ya estoy prácticamente de vacaciones han sido variados pero prácticamente todos han acabado con Nico en la residencia, a veces con conocimiento de mis compañeras y otras en secreto. Después de haber decidido que seguiríamos adelante aunque Inga hubiera sido testigo de un beso, decidimos que teníamos que empezar a aprovechar los días  más que nunca porque estas semanas eran la recta final. Incluso el día que estuvimos en la habitación de Emmi y empezamos a hablar sobre nuestras vidas amorosas me resultó bastante fácil escapar de la conversación y aunque sospechaba que Emmi sabía algo quizá porque se lo hubiera contado Inga, no me comí demasiado la cabeza sabiendo que mi billete de vuelta a España estaba bastante cerca. Lo divertido fue que después de estar en su habitación yo volví a la mía a la espera de viniera Nico un rato después y aprovecháramos nuestras noches como si fuéramos animales.

Las noches van pasando y con la misma velocidad van los besos y los abrazos aunque esta última noche fue como clavarme un puñal en el pecho. Estábamos tranquilamente en la habitación, tirados en el suelo como de costumbre por la falta de una segunda silla y planeábamos cosas para hacer juntos mientras duran estas últimas vacaciones. Hablábamos de ir a ver exposiciones, parques, comer en algún sitio especial y hacer la primera tontería que se nos viniera a la cabeza. Sería como hacer todas esas cosas que había planeado en aquella lista, tras volver de España, y que nunca llegamos a hacer. Y buscando por internet él encontró una muestra de pintura sobre moda que tendría lugar en el Gran Palais, al lado de los Campos Elíseos. Me pareció una idea genial, Nico y yo viendo cuadros y moda bajo el frio navideño de París. Pero entonces se dio cuenta de que empezaba el 20 de diciembre. Eso era justo 4 días después de que yo haya vuelto a casa. Mientras yo estaré en mi habitación, en Villasequilla, viendo el azul del cielo a través de la ventana, Nico podrá ir a ver la exposición pero solo, sin mi. Y yo sin él. Porque los días que hasta ahora pasaban lentos en mi contra, ahora de repente han decidido esfumarse y correr a contrarreloj para quitarme lo que más necesito. Cuando se dio cuenta de que no estaría allí ese día siguió buscando como si no hubiera dicho nada, como si esa fecha no fuese a existir aunque le dolió igual que a mi.

Todo lo que había a mi alrededor se esfumó, dejé de escuchar las teclas de mi ordenador en el suelo bajo la mesa porque no llegaba más lejos el cable de internet. Dejó de sonar el ruido de la habitación de al lado mientras veía la tele. Mi mirada estaba sobre Nico. Vi reflejarse mi mirada en los mechones más rubios de su cabeza y cómo él me buscaba con sus ojos de vez en cuando. Me levanté, me senté detrás de él rodeándole con mis piernas y mis brazos y apoyé un lado de mi cara sobre su espalda y parte de su cuello. Ese olor a su perfume volvió a meterse en mi nariz y me recordó a la primera vez que lo olí y entonces me di cuenta de verdad de que Nico se me estaba escapando, y que al igual que la colonia de vainilla de Yves Rocher me llevaba a las montañas de San Lorenzo de El Escorial, su olor a Carolina Herrera me traería siempre de vuelta a esta pequeña habitación del edificio C de la universidad París X de Nanterre.

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